lunes, 10 de noviembre de 2008

El Fin de los Tiempos


Una breve bocanada de aire fresco se coló en el abarrotado local al abrirse la puerta. Mientras el oxígeno recién llegado moría en medio de la asfixiante atmósfera, cuatro figuras entraron en la discoteca. Durante unos segundos observaron la gran cantidad de personas que se movían entre la niebla provocada por el tabaco y bajo las coloridas estrellas de neón.

Sonriendo, se dirigieron directamente a uno de los reservados. Dentro, rezando con un rosario entre las manos, un hombre de rostro ceniciento y marcadas ojeras estaba sentado frente a una bebida sin tocar. Los cuatro recién llegados se sentaron ocupando el resto de la mesa y el hombre abrió los ojos, mirándoles con desprecio.

- Hemos oido que estás buscando a alguien - Las palabras salieron murmuradas mientras se encendía un cigarro. El que había hablado era un hombre de complexión delgada, el pelo largo y la cuidada barba enmarcando un pálido rostro.

- Creedme que no trataría con basura como vosotros si no fuese importante - Las palabras del hombre eran apenas siseos, sus nudillos blancos de tanto apretar el rosario entre sus manos.

- Tampoco hace falta ponerse desagradables, creo que hemos empezado con mal pie, me llamo Smith - Con una gran sonrisa, el que parecía el más joven de los cuatro extendió su mano en dirección al taciturno hombre - Nosotros no te hemos hecho nada.

- Vuestra sola existencia es una blasfemia a nuestro Señor - Agazapado como un animal acorralado el hombre miraba contínuamente a los cuatro, bañándolos de ira y rencor.

- Lo que mi compañero trataba de expresar es que, dado que sabemos donde encontrar a esos que tan desesperadamente buscas, quizá deberias cortarte un poco más con tu rollo fanático - La única mujer del grupo, una atractiva rubia de piel tan pálida como sus compañeros, sonrió al hombre de forma tranquilizadora

- ¿SABEIS DONDE ESTAN LOS JINETES? ¿¿ACASO YA HA LLEGADO LA HORA DEL JUICIO FINAL??

El hombre que aún no había hablado, con el pelo corto y una complexíon menos estilizada que la de los otros tres, aplastó una colilla en el cenicero, llamaban la atención sus ropas, casi competamente naranjas - Deberías tener algo más de criterio que creer a pies juntillas un libro que supuestamente se escribió hace dos mil años, ganarías en perspectiva.

- Cierra tu sucia boca, miserable demonio, si los cuatro Jinetes recorren la Tierra, eso significa que el Apocalipsis se acerca.

- ¿Y de donde te sacas eso? ¿Una profecía? Por lo poco que recuerdo también deberían haber aparecido un par de bestias con coronas y ángeles tocando trompetas, ¿no? - El que se había presentado como Smith colocó tres vasos y un botellín de cerveza sobre la mesa mientra hablaba.

- Sabeis perfectamente que no creeré vuestras mentiras. Sólo quereis hacerme dudar para que vuestros amos puedan destruir el mundo.

- ¿Hacerte dudar? Si no recuerdo mal, en aquel cuento los malos hacen migas el mundo mientras los justos y buenos se refugian en una ciudad VIP. Joder con los defensores de la Luz.

- Las señales son claras, el fin se acerca, debo prevenir a los demás. Ahora decidme donde se encuentran los Jinetes para poder eliminarles.

- Joder ¿siempre eres tan agradable? - El hombre del pelo largo tomó un trago de su bebida antes de continuar - ¿De verdad crees que necesitais a alguien para que venga a extender entre vosotros hambre, guerra, enfermedad y muerte?. Vosotros sois los maestros en eso.

- Los pecados de la humanidad atraerán el fin de los tiempos, efectivamente.

- Predicar un mensaje de terror y fanatismo sí que debería ser pecado. La gente como tú es la que convirtió rasgos naturales y positivos como la competitividad, el instinto de alimentación, las patologías que fortalecen a las especies y el ciclo natural de renovación de la vida en guerra, hambre, enfermedad y muerte - Era la chica la que hablaba, pero su enfado se notaba en el rostro de los cuatro.

El hombre, con el rostro rojo de ira, se lanzó a hablar, pero el hombre vestido de naranja le interrumpió - Esa perversión que llevais siglos haciendo es la que os dirigirá a la completa aniquilación, no cuatro heraldos del mal montados a caballo... joder, yo ni siquiera se cabalgar.

De repente, el hombre se quedó pálido y dejó caer el rosario, que se estrelló contra el suelo - Vosotros... vosotros...

- Somos lo que queda de una especie antaño numerosa. Avatares de la propia Naturaleza que, por la perversión de vuestras estupideces, hemos sido casi extinguidos. Nosotros no somos los heraldos del fin de los tiempos, seguramente salimos en vuestra animada profecía porque en el camino que habeis trazado hacia vuestra propia destrucción habeis arrastrado también a los nuestros.

Con el rostro desencajado, el hombre sacó una enorme daga plateada y la sostuvo temblando ante si - Venderé cara mi vida.

- Lo que vas a conseguir - La mujer tocó ligeramente el filo del cuchillo, que rápidamente se oxidó y cubrió de musgo para finalmente deshacerse en un montoncito de polvo - es que te maten si sigues husmeando en cosas que no entiendes. Al final te encontrarás con algún ser de la Oscuridad.

Dejaron al hombre con sus pensamientos y sus lágrimas. La noche aún era joven, y les gustaba mezclarse entre humanos que aún seguían sus instintos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cuentos de un futuro incierto al la venta online!!

Bueno, llevo ya un tiempito sin escribir y creo que es hora de ponerse de nuevo a ello. Para amenizaros la espera, os contaré que ya está disponible para su compra online el recopilatorio de relatos CUENTOS DE UN FUTURO inCIERTO, del que ya os hablé hace tiempo.

Gracias a la gente de scifiworld el precio final es bastante bajo, así que no teneis excusa para leer los cuentos de los pedazo de autores que participan, y el mío también ya que estais.

El enlace para comprarlo es este


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Burocracia

Capítulos anteriores:
Primer día
Primer día (continuación)
Muertos que caminan

- Hola de nuevo, hijo, ¿que tal?

Alberto observó con detenimiento a Emeterus, al que no había vuelto a ver desde el día que entró en la agencia. Suponía que tarde o temprano su propensión a desobedecer las órdenes de sus superiores le acabaría causando problemas serios, y este debía ser ese momento.

Bueno, por lo que dicen de ti tus superiores, veo que tienes dificultades para cumplir órdenes. ¿algo que alegar en tu defensa?

- ¿El hecho de que todas esas órdenes provengan de individuos totalmente inútiles sirve como argumento?

- Si lo desarrollas un poco más, quizá...

- Veamos, he participado en una docena de misiones de campo. En todas ellas el jefe del equipo era un individuo con una capacidad nula para el liderazgo, la estrategia y abrir la boca sin soltar estupideces por ella. Si aquellas misiones llegaron a buen término fue porque yo o algún otro miembro del equipo actuamos sin hacer caso al inútil que supuestamente nos dirigía.

- Así que cuestionas mi capacidad para elegir quien lidera los equipos.

- Cuestiono la capacidad para dirigir equipos de los agentes que usted selecciona para ese fin, señor.

- Ja ja ja – Emeterus se puso en pie y caminó por su despacho, deteniendose delante de un tapiz que aparentaba ser tremendamente antiguo – Verás, a veces es necesario enfrentar a las personas a situaciones absurdas para comprobar si serían capaces de sobrevivir a ellas.

- ¿Insinúa que su elección de los agentes más incapaces como líderes de grupo es totalemte intencionada?

Emeterus se mesó su espesa barba y se giró hacia Alberto, su expesión indicaba que estaba pensando como enfocar sus siguientes palabras.

- Digamos que el método de actuación que has seguido hasta ahora satisface al Gobierno, y además sirve como criba para comprobar cuales de los reclutas de la agencia merecen realmente la pena. - Alberto se removió en su sitio y Emeterus alzó la mano en un gesto conciliador, adivinando el motivo de su inquietud – No, no creas que lo que has hecho hasta ahora, ni los compañeros que has perdido han sido en vano. Tus misiones hasta ahora han sido reales, pero digamos que los agentes que pasan la criba se dedican a tareas mas... delicadas.

- ¿Así que voy a ser ascendido a una unidad dedicada a misiones de mayor importancia?

- ¿Ascendido? Ja ja ja. Agente, por su contínuo desprecio a la cadena de mando y su comportamiento indisciplinado, queda usted relegado de sus funciones y destinado a realizar tareas administrativas hasta nueva orden.

La cara de Alberto se contrajo en una mueca de sorpresa, con la mirada clavada en el inexpresivo semblante de Emeterus.

- Reginald, ¿serías tan amable de acompañar al caballero a su nuevo destino?

El apuesto y siempre sonriente ayudante de Emeterus pareció materializarse de la nada y se acercó hacia Alberto.

- Hay un coche esperándonos, sígueme por favor.

Subieron un par de plantas hasta el garaje, que comunicaba con el aparcamiento subterraneo del edificio que servía como tapadera a las dependencias de la agencia. Allí una furgoneta les esperaba con el motor en marcha. Mientras subían Reginald señaló hacia la parte trasera del vehículo.

- Utilizaremos este medio de transporte por las especiales necesidades de su nuevo compañero, Germán. Germán, este es Alberto.

Sentado en la caja de la furgoneta se encontraba un hombre de unos dos metros de alto, con unos rasgos de aspecto rugoso y pelo semejante a hierba.

- Hola.

A Alberto le dió un escalofrío, la voz de aquel ser era rasposa y profunda. Reginald empujó suevemente al sorprendido agente para que terminase de entrar. Cuando todos estuvieron sentados la furgoneta se puso en marcha.

- Bien, una vez hechas las presentaciones os explicare vuestra primera “tarea administrativa” - Reginald sonrió, y Alberto habría jurado que sus ojos habían cambiado de tono por un segundo. - ¿Que sabeis de los Mimos?

miércoles, 6 de agosto de 2008

Estrella invitada: Íker Jimenez

Aún tengo que estabilizarme un poco más en mi vuelta a Pucela antes de volver a escribir, mientras tanto, os dejo con este sencillo ejercicio:

- Abrid Google Maps (o similar)


- Marcad la posición de las tiendas frikis más centricas (a huevo, tampoco hace falta precisión GPS)

- Unid las marcas anteriores con una línea



Como apunte, dos detalles, aproximadamente en el vértice que falta podreis encontrar un local en alquiler y yo trabajo en el centro del pentagrama... Acojonante, ¿eh?

miércoles, 9 de julio de 2008

Para entender visiones arcoiris

"Amor mío

Se que ayer fue una fecha importante, se que hacía exactamente un mes que pronunciamos palabras inesperadas. Hacía un mes que aquella noche, en aquel coche, decidimos escuchar los gritos callados de nuestros corazones. Hacía un mes que, en definitiva, la tormenta dió visos de comenzar a despejarse.

Y en este tiempo, que me ha parecido eternamente breve, he sido incluso más feliz que antes.

Me gustaría poner como excusa que mis sentimientos me han privado del poco juicio que me queda y por ello no me di cuenta, o que el tiempo a tu lado se escurre entre mis dedos como la arena del reloj que mide los momentos felices, mucho más fina que la de el de los momentos tristes. Pero no puedo, simplemente se me olvidó. En el último momento no lo recordé.

No es esta una carta de disculpa, eso ya te lo pediré en persona, esta es una misiva destinada a dejar constancia del hecho más relevante sucedido ayer, hoy y (espero) mañana...

Me desperté soñando, imaginando, intuyendo, suponiendo, sabiendo, que te quiero."

Dejó la pluma sobre la mesa, una desagradable sensación de vértigo nublaba sus ojos mientras poco a poco recuperaba la conciencia de su entorno. Miró incrédulo el papel que él mismo, pues no había nadie más en la habitación, acababa de llenar de palabras escritas con tinta multicolor (pese a que la tinta que manchaba la pluma era totalmente negra).

Sin entender nada, miró a su alrededor, buscando más una señal que le dijese que aquello era un sueño que a alguien oculto. Finalmente leyó la carta que acababa de escribir y con las últimas palabras una amplia sonrisa iluminó su rostro. Efectivamente era un sueño, aunque no era suyo, y además uno tan real como hermoso.

martes, 8 de julio de 2008

CUENTOS DE UN FUTURO inCIERTO

Ya iba siendo hora de que escribiese sobre esto....

Os presento la magnífica portada (dibujada por Klover) de "CUENTOS DE UN FUTURO inCIERTO", un proyecto de escritura colectiva coordinado por Pedro y que verá la luz en papel dentro de poco (esperamos :P)

Por el momento os invito a echar un vistazo al trabajo de los demás autores de esta obra, listados aquí.

Seguiremos informando...


viernes, 27 de junio de 2008

Rebeldías posibles

Anoche, mientras la mayoría de la población desempolvaba su patriotismo viendo un partido de fútbol, unos amigos y yo nos fuimos al teatro (y además por un precio casi regalado) y vimos una obra que me gusto mucho mucho mucho. Se titula Rebeldías Posibles y recomiendo a cualquiera que pueda que vaya a verla, por desgracia mañana es el último dia que la representan, asi que espero que vuelvan y podais verla.


miércoles, 25 de junio de 2008

martes, 17 de junio de 2008

Las Tres Esferas

Como ya saben algunos de los lectores asiduos de este blog, últimamente procuro centrarme más en publicar relatos ambientados en un universo unificado. Poco a poco con cada relato iré definiendo más este universo, algunas cosas ya se pueden ver leyendo los cuentos con la etiqueta las tres esferas

Como guía y aclaración encontrareis las descripciones de los seres que pueblan este universo en este Bestiario

Un saludo y gracias por leerme :)

Muertos que caminan

Capítulos anteriores:
Primer día
Primer día (continuación)

Se movían entre los pinos con mucho cuidado, las agujas secas que cubrían el suelo complicaban este empeño, pero era la única zona por la que podían acercarse al pueblo.


Alberto había pasado tres meses de adiestramiento en esta misteriosa agencia gubernamental que ni siquiera tenía nombre, cada agente se refería como mejor le parecía aunque lo cierto es que lo normal era simplemente no hacerlo. Esta era su primera misión de campo, y parecía sacada del guión de una película de serie b, un pueblo en medio de la nada atacado por zombis, lo tópico e irreal de la situación le hacía sonreír.

Los zombis existían, si. Como la mayor parte de los monstruos sobrenaturales del imaginario popular, aunque también como en la mayoría de los demás seres las supersticiones no eran del todo acertadas. Alberto había estudiado a fondo todos los datos disponibles sobre estas abominaciones, no se trataba de muertos vivientes exactamente, aunque la parte de la infección a través del mordisco de un zombi si que era cierta. Existía por lo visto un tipo de ser de la oscuridad de pequeño tamaño y aspecto insectoide que en estado larvario podía abrirse camino hasta la cavidad craneal de la víctima, devorar el cerebro y tomar control de las funciones sensoriales y motoras del huésped. Así se obtenía un monstruo de movimientos lentos y tambaleantes, inteligencia animal y en estado de descomposición dado que el parásito solo era capaz de mantener el cuerpo durante unos cuantos días. La propagación de la infección está provocada por los huevos que el parásito deposita en la garganta del huésped de los que eclosionan en pocos minutos miles de larvas que aprovechan cualquier herida abierta, como por ejemplo un mordisco, para infectar a su vez a otras víctimas.

Alberto prefería la versión clásica de estos monstruos, no podía dejar de pensar en todas esas larvas minúsculas entrando en su cuerpo y abriéndose camino hasta su cerebro. Un escalofrío ascendió por su columna vertebral al volver a pensar en ello y cuando llegó hasta su cuello explotó iluminando el pinar que estaba viendo. Un hedor insoportable le abrazó revolviendole el estómago, cuando una docena de cuerpos semipodridos se abalanzó hacia ellos. Había visto suficiente, poniendo en práctica lo aprendido sobre sus capacidades premonitorias se concentró en tratar de ver de nuevo el mundo real, desconectando la visión del combate con los zombis. Aún no se había recuperado de la sensación de vértigo que le producía volver de una visión, pero en cuanto se vio capaz de hablar gritó a sus compañeros para que se preparasen.

Cuando los zombis se lanzaran a por el grupo de agentes fueron recibidos con disparos y chorros de una sustancias viscosa y adherente en llamas. Era la única forma de asegurar que ninguna de las pequeñas larvas escapaba, no podrían infectarles por los trajes con los que iban protegidos, pero la agencia no dejaba cabos sueltos.

El pueblo se consumía en un infierno de llamas avivadas por las capacidades de dos de los agentes que le acompañaban. Marcó un número en su teléfono móvil y esperó, cuando oyó que descolgaban dijo simplemente “terminado” y arrojó el terminal a las llamas que ya se extendían voraces por el bosque.

Lejos de ellos, escondido entre unos arbustos, un ser cuyo aspecto recordaba al de un cerdo observaba a los humanos con ojos vidriosos mientras diminutas larvas entraban y salían de su boca y hocico.

jueves, 5 de junio de 2008

El rasta-fary

Con making of y todo... tremebundo...

martes, 3 de junio de 2008

Primer día (continuación)

Capítulos anteriores:
Primer día

Alberto no tenía muy claro que pensar ante esta declaración, por increíble que le pareciese estaba claro que el bicho que había en la habitación contigua golpeando las paredes y cristal blindados no era “normal”, y también estaba el tema de las cosas que había descubierto que era capaz de hacer, tampoco eran “normales”.


Mientras pensaba en todo esto y trataba de apartar la mirada de aquel monstruo deforme, posó la vista sobre Emeterus y se percató de que había rasgos en él que no encajaban con un humano. Su pelo era demasiado tosco, asemejándose más a fibras vegetales que a cabellos, el tono de la piel era indefiniblemente extraño y en sus ojos había algo inquietante que no alcanzaba a discernir.

Apartó la vista y reparó por primera vez en el hombre que acompañaba a Emeterus, una mole de algo más de dos metros. No le dio tiempo a sorprenderse por su apariencia, descaradamente inhumana, porque en ese mismo instante la escena se desdibujó y sintió una sensación de vértigo que ya empezaba a hacerse habitual.

Abrió de nuevo los ojos y toda la sala parecía iluminada por una potente luz blanca, matizándose las formas tan solo con sombras grises y violetas. Observó como el monstruo contenido en la habitación contigua golpeaba salvajemente el cristal, vio como éste se hacia añicos y justo antes de que el enorme puño de la criatura impactase en la cara de Emeterus, volvió a oír voces y a sentir sus latidos retumbar en sus oídos.

No era la primera vez que le pasaba, y estaba preparado. Abrió los ojos para ver de nuevo la misma escena, esta vez con una coloración normal y con sonido. Mientras el monstruo destrozaba el cristal Alberto alzó su arma y descargó un disparo tras otro sobre su cabeza, sólo para comprobar que las balas no parecían afectarle lo mas mínimo. La bestia descargó un puñetazo contra Emeterus, el cual para asombro de Alberto detuvo el golpe con una sola mano, retorciendo de forma imposible el brazo de la criatura que sonó como un tronco seco tronzándose. El gorila que se encontraba al lado de Emeterus saltó sobre la espalda del troll y sujetando la cabeza del monstruo con ambas manos la retorció salvajemente, resonando el crujido en toda la sala mientras el cuerpo de la criatura se desplomaba.

Emeterus se acercó a el mientras se sacudía algunos trozos de cristal de su traje.

- Premoniciones. Una capacidad muy interesante y muy útil. Comprobarás que con algo de entrenamiento la precisión, duración y anticipación de tus visiones aumentará de forma espectacular. Reginald te enseñará esto y te acompañará a tu habitación. Bienvenido a bordo.

El nuevo agente acababa de salir por la puerta, con la sorpresa en su cara y un millón de dudas en la cabeza. Ah, la juventud, la inocencia, como añoraba todo eso Emeterus, siempre que llegaba uno de esos jóvenes muchachos los años parecían subirse a sus espaldas, pesándole como plomo.

El cuerpo del troll comenzó a moverse ligeramente.

- Marco, llévate a ese a una celda de contención, una de las de verdad. Después informa al enlace gubernamental de que el espécimen ha resultado ser demasiado peligroso y ha sido incinerado.

Como toneladas de plomo...

miércoles, 21 de mayo de 2008

Primer día

Mientras el taxi se marchaba miraba confuso el trozo de papel donde había apuntado la dirección donde debía presentarse para su nuevo puesto. Sabía que la había cagado en su última misión, no entendía que le había pasado pero lo que importaba era que había mandado a la mierda una operación que el departamento de Inteligencia del Gobierno llevaba preparando un año.

Aún así esto le parecía excesivo, frente a él un edificio destartalado y mugriento se elevaba apenas cuatro plantas. Un cartel oxidado al lado de la puerta indicaba que se trataba de la Subdelegación del Gobierno para el control de animales y plantas perjudiciales. Era una tapadera, por supuesto, pero aquello era demasiado cutre, este destino era un castigo, sin duda.

Atravesó la puerta, que colgaba pesadamente de unas bisagras llenas de óxido y suciedad. El olor a humedad que se respiraba dentro encajaba perfectamente con el descuidado vestíbulo, al fondo del cual había una mesa en la que se podía leer RECEPCIÓN. La mujer que se sentaba en la mesa, que le pereció una severa institutriz solterona y amargada de unos doscientos años, le atravesó con una mirada de desprecio que paralizaba hasta el corazón. Avanzó con dificultad hasta ella y consiguió hablar con un hilo de voz.

- So... soy Alberto Hinojosa, te... tengo una cita con...

Miró el trozo de papel, pero no podía leer nada de lo que le temblaba la mano. Sin apartar ni un momento su aterradora mirada de él, la recepcionista señaló el ascensor a su izquierda.

- Sótano dos.

La voz de la mujer sonaba como un tenedor arañando una pizarra, Alberto sentía una presión insoportable en el pecho y se dirigió casi corriendo al ascensor, entró notando esos dos ojos clavándose en su espalda y pulsó nervioso el botón del sótano dos. Mientras bajaba la presión se fue relajando y para cuando las puertas se volvían a abrir estaba casi riéndose de la absurda paranoia que le había entrado arriba, los nervios se dijo.

Al abrirse las puertas un sonriente joven de veintipocos años le estaba esperando.

- Usted debe ser Alberto ¿no? ¡Genial! Si es tan amable de acompañarme iremos a ver al señor Emeterio inmediatamente. Le envía por adelantado sus disculpas, ha surgido un asunto urgente y no le recibirá en su despacho.

Caminaron por un largo pasillo, el joven tenía una conversación agradable y Alberto no se percató de que el pasillo que recorrían era mucho más largo que el tamaño del edificio de arriba. Finalmente llegaron a una puerta metálica de doble hoja tan desvencijada como todo lo demás y que sólo se identificaba por un desgastado número pintado sobre ella. Distraidamente y sin parar de hablar sobre la lluviosa primavera que estaba haciendo, el joven apoyó la mano en un punto de la pared, un breve brillo recorrió la mano y la puerta se abrió, dando paso a una pequeña sala forrada de acero con otra puerta al fondo, esta con un aspecto mucho más moderno.

Entraron en la sala y la primera puerta se cerró sin hacer ningún ruido, Alberto se dio cuenta de que por dentro parecía igual a la otra y que su grosor era de al menos medio metro. La segunda puerta se abrió sola y un brutal gruñido seguido del estruendo de enormes golpes le sobrecogió.

- No tenga miedo, todo está bajo control.

Ahora estaban en una sala mucho más grande, forrada completamente de acero y con un gran ventanal al fondo por el que estaban mirando dos hombres. Uno de ellos, de cabello largo y poco cuidado, se giró cuando entraron.

- Vaya, tu debes ser Alberto ¿no? Te estabamos esperando, te ruego que me disculpes por recibirte aquí, pero hemos tenido que atender un... imprevisto.

El hombre, que aparentaba unos cuarenta años y se movía de forma elegante señaló hacia el ventanal donde, para sorpresa de Alberto, un ser de unos tres metros, de aspecto deforme, unos brazos desmesuradamente grandes y una piel de aspecto similar a la corteza de un árbol verde golpeaba brutalmente las paredes mientras gritaba con una potencia sobrehumana.

- Bien, no nos vamos a andar con rodeos, mi nombre es Emeterus. Estás aquí porque últimamente has desarrollado ciertas... habilidades y, por si te lo preguntas, eso de ahí dentro es un troll.

martes, 13 de mayo de 2008

Lluvia

Una niña corría por las calles grises de una enorme urbe, una de las muchas que infestaban el mundo. Los límites de hormigón y metal de cada una de aquellas inmensas manchas de progreso desbocado tocaban los de las de alrededor, cubriendo todo el planeta con una tupida red de asfixiante bienestar artificial.

Corría por calles de color ceniza y ceniza eran también el sabor y olor de aquellos caminos a ningún sitio. Las nubes se arremolinaban en el cielo, una gran tormenta se estaba gestando, y la niña corría hacia el sitio desde el que miraba las nubes esperando la lluvia.

Porque nunca llovía.

Había agua en las casas, que se purificaba una y otra vez. Los ríos estaban secos, aunque ya hacía mucho que sus lechos habían sido edificados, igual que los de los océanos. La cantidad de humanos que infestaban aquellas colmenas de cemento era tan grande que la comida escaseaba desde hacía años.

La niña nunca pensaba en eso, era demasiado pequeña, ella sólo quería ver llover. Escurriéndose por el hueco de una tapia destartalada llegó a su lugar secreto, en medio de un angosto patio lleno de suciedad, toda ella gris por supuesto, se erigían los restos de lo que hace mucho debió ser un árbol, el único que ella había visto jamás, aunque solo fuese medio tronco petrificado.

Se encaramó en la madera gris y se quedó mirando las nubes grises con expectación cubriendo cada rasgo de su escuálida cara. Sabía que no iba a pasar nada, pero le gustaba soñar con la sensación de las gotas empapando su cuerpo. Cerró los ojos y dejó que su imaginación abandonase aquella gris existencia durante unos momentos con alas de fantasía y esperanza.

Sonó un ruido como el de una explosión y abrió los ojos asustada. Nunca había oído un trueno.

plic

Notó una sensación extraña y se tocó la mejilla, mientras se miraba los dedos manchados de azul, más gotas empezaron a empaparla a ella y a todo lo que la rodeaba

plic plic plic plic plic

Reía y reía sin parar mientras una lluvia torrencial derramaba sobre la ciudad una infinidad de colores que lo teñían todo. Estaba empapada, con su piel antes grisacea cubierta con todo un arcoiris caótico y alegre. En medio de la tormenta de colores la niña dejó de bailar y reir un momento al observar que habia algo sobre el tronco del viejo arbol. Se acercó y observó detenidamene antes de romper a reir a carcajadas.

Nunca había visto una hoja y ni mucho menos una flor pero, no sabía por qué, le gustaban.

Para ti, que no solo coloreas sonrisas, si no también tormentas

jueves, 8 de mayo de 2008

La Batalla de los Cinco Héroes

Hida Shoen observaba con gesto severo desde lo alto de la Muralla Kaiu como sus advertencias se cumplían. Le había aconsejado a aquel oficial de la Legión Esmeralda que no se adentrase en las Tierras Sombrías, pero sus consejos habían sido tomados por el engreído oficial como un insulto a su capacidad de mando.

Ahora una turba de bakemono y oni engullía a las fuerzas de la Legión. Esa tarde el imperio no sólo perdería mil samurais y un oficial estúpido, si no que además ganaría mil y un enemigos no-muertos más. Si de vez en cuando se hiciese caso a los Cangrejo...

El Hida salió de sus cavilaciones cuando notó un pequeño revuelo entre los Cangrejo situados en su misma sección de la Muralla. Miró hacia donde señalaban y vió a uno de los Legionarios, un Hida, que se elevaba entre la marea de bakemono como una montaña en medio de una inundación.

Golpeando sin parar con su martillo, con cada impacto cuatro de las pequeñas bestias salían volando. Hida Shoen vió como dos ogros, armados con sendos troncos de árbol centraban su atención en el Cangrejo y se lanzaban hacia él para aplastarle, aquel Hida tendría una buena muerte.

Cuando los ogros se encontraban a unos pocos pasos, un samurai salido de la nada saltó sobre los hombros del Hida. Vestía sin armadura excepto una máscara similar a las del kabuki, no era necesario buscar mon o reparar en el granate de su kimono, era un Escorpión. Tomando impulso a una velocidad cegadora saltó sobre los ogros desencadenando un torbellino de metal con su naginata.

Tocó el suelo mientras los ogros se desplomaban decapitados, y varios trasgos se lanzaron sobre el. A cada golpe de las bestias se opuso una brillante hoja mientras otro samurai, este vestido con una armadura ligera de colores oro y verde, ejecutaba suaves movimientos con sus dos espadas, que parecían fluir como el agua en un arrollo.

Situandose cerca del inamovible Hida, el Escorpión y el Dragón danzaron una hipnótica coreografía de muerte, cortando la masa de bakemono como heimin recolectando arroz. Los samurai de la muralla empezaban a creer que aquellos héroes podrían sobrevivir a aquel dia cuando se encaró con ellos un oni compuesto por un abotargado cuerpo y unas fauces descomunales. El rugido del monstro se tornó en grito de dolor cuando se abrió un enorme tajo en su vientre y saltó desde dentro un hombre con las placas de color anaranjado de su armadura y una espada a dos manos humeando por los fluidos del oni. Se dirigió hacia los otros tres samurai descargando brutales tajos mientras gritaba con cada uno el nombre de uno de sus ancestros, todos ellos héroes del clan León.

Hida Shoen perdió la sonrisa cuando sus hombres señalaron a la figura que se había unido a la batalla. Cabalgando lo que un día debió ser un poderoso corcel, una figura de aspecto corrupto y malsano señaló a los cuatro samurai.

- Morireis en el nombre de Fu-Leng.

Aquella voz helaba la sangre y pese a la distancia, los Cangrejo de la Muralla pudieron oirla perfectamente. Como tambíen oyeron la voz que respondió.

- Cantas victoria demasiado rápido, escoria traidora.

Un quinto samurai se unió a los anteriores, el color celeste de sus ropas recortado por las placas de acero teñidas de negro de su armadura. Una enorme cicatriz surcaba su cara y sus ojos esataban cubiertos por una cinta negra. Aún así no parecía vacilar y sujetaba firmemente su yari.

El Moto Oscuro cargó al galope hacia los samurais, ante la atenta mirada de los Cangrejo de la Muralla. Y así es como los cinco entraron en la leyenda...

lunes, 5 de mayo de 2008

Herencia

Capítulos anteriores:
Renacimiento
Comienza la caza

Instinto
Traiciones
Historias

Ninguno de los nueve seres que se encontraba en el amplio salón era humano, así que aunque Sandra adaptó sus sentidos a la velocidad sobrehumana a la que se movía, le dió la sensación de que no lo había hecho, con los deformes poseídos, su maestro y los amigos de éste moviendose a la misma velocidad que ella. Se corrigió, todos menos Escofel, el guardián se movía sensiblemente más rápido que todos los demás y con una gracilidad asombrosa.

Con un fluído movimiento golpeó a ambos lados y completó la complicada filigrana atravesando la garganta del poseído que tenía justo delante, mientras las cabezas de los que intentaban atacarle por los flancos caían a camara lenta. En un solo movimiento sacó la espada en llamas del cadáver y golpeó con el codo al poseído que saltaba sobre su espalda, cuya cabeza sonó como un coco al romperse.

- Demasiado fácil

Escofel no había terminado de decir estas palabras, decapitando
distraidamente al poseido que aún intentaba levantarse del suelo tras el impacto de la puerta, cuando sintieron como toda la estructura del edificio vibraba. Antes de que Sandra pudiese reccionar, Kirenel la agarró con fuerza y se elevó desplegando sus alas de luz, en tanto que la sanadora hacía lo propio extendiendo un par de elegantes alas blancas. Mientras atravesaban el techo y ascendían a toda velocidad, la vibración de la estructura desembocó en una brutal explosión que engulló el edificio. Sandra pudo ver como Escofel trataba de ascender, pero varios seres como los que acababa de eliminar saltaban sobre el impidiendoselo y desapareciendo todos en medio de la conflagración.

Contuvo el aliento.

- Escofel...

- Tranquila jovencita, hace falta mucho más que eso para acabar con un Cataphractoi. Ahora debemos preocuparnos de cómo nos han encontrado esos miserables y cómo es posible que hallan burlado las defensas de T'ann.

Ambos dirigieron su vista hacia la sanadora que volaba cerca de ellos con expresion pensativa y preocupada. Comenzó a hablar pero las palabras murieron en su boca al mismo tiempo que los tres miraban hacia abajo, donde una nube de seres, que se podrían describir como una cabeza humana de enormes colmillos con grandes alas de insecto a cada lado, se acercaba a ellos desde las llamas de la explosión. Atravesando la maraña de abominaciones Sandra vio ascender una figura de color metálico, que se dirigia a ellos a toda velocidad. Cuando emergió del enjambre reconoció la figura de Escofel, aunque ahora su piel y alas tenían aspecto metálico, brillando como si fuesen de acero pulido.

El Cataphractoi golpeaba frenéticamente y las cabezas caían envueltas en llamas por docenas . Algunas intentaban morderle, pero su piel no parecía ser metálica solo en aspecto y los negros colmillos no llegaban a mellarla siquiera. Unos pocos de aquellos seres esquivaron a Escofel y se dirigieron hacia ellos tres; sujetando a Sandra con una sola mano Kirenel sacó un desmadejado cordón de unos dos metros y lo extendió mientras comenzaba a brillar, el látigo de luz restallaba y con cada golpe una cabeza caía hacia las llamas que se extendían por el miserable barrio como si las casas fuesen de papel.

Una sola abominación superó el alcance del látigo del Moloqai y se abalanzó sobre el mordiendo salvajemente el brazo con el que sujetaba a Sandra.

Comenzó a caer, pasando al lado de Escofel, que destruía las últimas cabezas que quedaban. Kirenel golpeó a la abominación que tenia las mandíbulas apresando su antebrazo, haciendo añicos el cráneo de la criatura. Se lanzó en pos de su pupila, temiendo que no estuviese preparada para desplegar sus alas.

Sandra vió en la orilla de un pequeño canal que había actuado como cortafuegos a un hombre que contemplaba la escena y deseó poder estar viendolo todo desde una posición tan cómoda. Notó un fogonazo bajo ella y se golpeó dolorosamente contra el asfalto, a escasos metros de aquel hombre. Naraal dejó al muchacho
inconsciente que llevaba en brazos en el suelo y se acercó sonriente a Sandra, agachandose junto a ella.

- ¿Se puede saber cómo demonios has hecho eso?

jueves, 24 de abril de 2008

El último rugido

La propaganda del Gobierno estaba clara, la violencia había sido erradicada de las ciudades, se vivía en la sociedad perfecta, el mundo perfecto. Mucha más gente creería esta mentira si no fuese por aquel Domingo de Mayo, aquel Domingo en el que la gente disfrutaba tranquila de una plácida tarde en la capital, aquel Domingo en el cual los que luchaban por la libertad del pueblo llegaron a la conclusión más extrema.
Apenas hubo movimientos que anunciasen la tormenta que se iba a desatar. A las tres en punto del mediodía un enorme grupo de jóvenes se congregó en la Casa de Campo. En menos de veinte minutos, tres mil encapuchados (iban embozados por costumbre, lo de ser identificados ya no importaba) se abalanzaron sobre la ciudad. Nada quedaba intacto a su paso, absolutamente nada. Edificios ardiendo, árboles derribados, coches reducidos a amasijos de hierro, familias masacradas. Era una horda de muerte vestida de negro, con la bandera mitad roja y mitad negra que nadie podría olvidar a partir de aquel día. La policía y el ejército reaccionaron lo más rápido que pudieron pero aquello era algo que nunca se había visto, una ola de destrucción absoluta, sin sentido y sin posibilidad de negociación.
La primera unidad de antidisturbios que se enfrentó a ellos comprendió demasiado tarde su error, esta no era una manifestación más, aquí las balas de goma y los gases lacrimógenos no valían de nada. La negra turba se abalanzó contra el muro de escudos y lo barrió sin miramientos, ni un solo agente sobrevivió a aquella locura. Por supuesto dispararon y mataron a varios, pero no se detenían, aquello no tenía sentido, no había explicación a aquella salvajada.
El siguiente grupo de policías llevaba armamento letal e iban apoyados por el ejército, cuando vieron aquella turba descontrolada, cubierta de sangre, avanzar arrasando hasta la más pequeña flor a su paso, sus corazones se encogieron y comenzaron a disparar sin miramientos. Inmediatamente comprobaron que estaban haciendo lo correcto, porque nada menor que la muerte detenía a aquellos salvajes, llegaron a sus líneas y cuando abatieron al último varios agentes habían caído.
Sin poder creer lo que acababan de contemplar, el comandante que dirigía la operación recorrió la plaza cubierta de sangre y cadáveres vestidos de negro hasta que encontró a un moribundo. Se agachó al lado del joven y le increpó sobre el por qué de aquella locura. Escupiendo sangre, el muchacho sonrió al militar y con su último aliento le dijo "ahora sabéis que nunca se está completamente a salvo"

jueves, 17 de abril de 2008

Historia de piratas

Era un gran navío, de los más grandes que habían surcado los siete mares, con una tripulación fiera, un capitán despiadado, una bandera pirata y una tortuga como mascota. Lo de la tortuga era porque la trajo uno de los grumetes cuando se enroló y todos la cogieron cariño.

Cada día navegaban en busca de aventuras y tesoros, luchando contra monstruos marinos y asaltando barcos. Nunca habían sido derrotados y en las situaciones más desesperadas siempre encontraban la forma de salir airosos. Como en este mismo momento, que estaban luchando contra los malvados pescadores asesinos, todos vestidos de amarillo y liderados por el Capitán Pescanova. Se encontraban en la cubierta de su barco, que por cierto se llamaba el Megatiburón, peleando con valor a aquellos monstruos.

Les habían abordado cuando se dirigían a la Isla de la Calavera, donde estaba enterrado un fabuloso tesoro del que el capitán del Megatiburón tenía el único mapa. Los piratas tenían más y mejores cañones, así que los pescadores se lanzaron sobre ellos usando cuerdas y garfios. Llevaban ya una hora peleando y la lucha no se decantaba hacia ningún bando, los piratas eran más fieros y hábiles pero los pescadores eran incontables.

El capitán pirata retó a un duelo personal al Capitán Pescanova, éste aceptó, pero para fastidio de todos se les había hecho tarde y a varios de los valerosos piratas les llamaron para merendar. Quedaron en seguir buscando tesoros al día siguiente después de la escuela.


Dedicado a los niños que nunca debimos dejar de ser
y al Pirata Garrapata, por hacerme reír tanto

Sidonie

Hoy me voy de concierto :D Es la tercera vez que les veo y, pese a las diferencias de situación y compañía, espero pasarmelo como un enano jejeje. Y para ir calentando, unas cancioncillas...

Ya vista por aqui... No se por qué me gusta tanto esta canción...



El single del último disco



Y el del anterior

El camino correcto


Lo difícil no es evitar salirse del camino correcto, eso es imposible.

Lo difícil es tener valor para buscar la forma de volver a él.

martes, 15 de abril de 2008

Inocencia

La pelota se resbaló de las manos del niño y salió rodando, con todos sus colores girando vertiginosamente. Llegó hasta el borde de una escalera y cayó rebotando con cada peldaño

ploc

ploc

ploc

ploc

ploc

Golpeó una pared y se detuvo.

El niño bajó corriendo, sus zapatos de colores pisando cada escalón

tap

tap

tap

tap

tap

Y al acercarse a la pelota para cogerla vio que se estaba agrietando

crac

crac

crac

crac

crac

La pelota se rompió en mil pedazos de colores y de su interior surgió un hada con grandes alas de mariposa.

- ¡Hola! ¡¡Gracias por cuidar de mí!!

El niño tenía los ojos como platos. El hada se rió, y su risa era como el tintineo de muchas campanillas de plata.

- Entiendo que estés sorprendido.... mmm... como agradecimiento ¡¡puedes pedirme un deseo!!

Tras pensar un poco el niño formuló su deseo.

Poco después, el hada miraba jugar al niño con la pelota, fascinada por la belleza de la inocencia en estado puro.

martes, 8 de abril de 2008

Out of sight, out of mind

Once upon a time, in a green and sunny countryside lived one little bee .
Every morning the little bee leaves her home and flies through the small willow woods, over the shiny river and across the fields of golden wheat. She travels so far because there grows a lonely sunflower; this was not a common sunflower but the one whom the little
bee loves.
The sunflower never talked to her, but she was sure about his feelings. "He is only a bit shy" -muttered for herself - "one day he will hug me and shout our love in the winds".
Spring gone and Summer comes, and the little
bee kept visiting her beloved sunflower, staying with him from dawn to dusk. "Only one more day" -swears in vain every night- "if tomorrow he doesn't talk to me, I will never come back".
One evening, crying over the sunflower, the little
bee suddenly saw all clear "During the day he can't talk to me because he must follow the sun movement, I must wait by his side until the night comes". The light vanished from the countryside and the sunflower lowered his head. One cricket landed over the sunflower by the little bee 's side.

- Hi! Why are you here? The day is over,
bees don't fly by night.

- I'm waiting for the words of love of this beautiful sunflower.

- What? This is a flower, flowers can't talk.

- But he loves me! I know it!!

- I don't want to break your heart, but that doesn't change anything, it can't talk.

- Shut up! Shut up!!! You don't understand anything!

The little
bee flew away crying, and never came back. Sometimes happiness is only found with eyes closed.

lunes, 7 de abril de 2008

Historias

Capítulos anteriores:
Renacimiento
Comienza la caza

Instinto
Traiciones

Llevaban ya una media hora en el coche. Kirenel no le había dicho a dónde iban, pero a esas horas el centro de la ciudad era un caos fueses a donde fueses. Llegaron a una barriada marginal, la pobreza de sus habitantes contrastaba con los elegantes coches de los narcotraficantes.


Aparcaron junto a un edificio construido con ladrillos de miseria y desesperanza como argamasa, como todos los de ese barrio, y continuaron a pie, el coche que habían tomado prestado era lo bastante viejo como para pasar desapercibido en aquel entorno.

Tras recorrer un par de calles angostas y malolientes entraron en un portal con las paredes repletas de grafittis y el suelo de basura, jeringuillas e ilusiones. Nada más entrar les salió al paso un hombre de aspecto corpulento y cara de pocos amigos. Tenía la cabeza rapada y el cuello cubierto de tatuajes, pero no se podía ver más por la capa que cubría su cuerpo de los hombros hasta cerca de los tobillos. Semejante atuendo desentonaba enormemente en lo que parecía un pandillero, sobre todo porque parecía hecha de plumón negro. Kirenel levanto la mano con la palma en dirección al desconocido.

- Hola, Escofel, cuanto tiempo.

Sacando un brazo, cubierto también de tatuajes, por una abertura de su capa Escofel imitó el gesto.

- Hola Kirenel, hacía mucho que no te veíamos por aquí, ¿que te trae a nuestra puerta?

Kirenel señaló a Sandra con su pulgar derecho

- Está herida, necesitamos ver a T'anncrel.

El guardián pareció reparar en la joven por primera vez y durante unos segundos angustiosamente silenciosos la taladró con sus fríos ojos azules.

- Subid

Ascendieron dos pisos por una ruinosa escalera que apenas merecía ese nombre y llegaron ante una puerta que daba la sensación de ser más fácil de derribar que de abrir. Leyendo en la expresión de Sandra su opinión sobre la puerta, Kirenel sonrió y descargó un brutal puñetazo sobre la puerta. Un golpe así habría bastado para demoler todo aquel cuchitril, pero la puerta ni siquiera se movió un poco.

- No todo es lo que parece, pequeña.

Colocó la palma de su mano sobre la puerta y murmuró unas palabras. Su mano brilló brevemente y la puerta se abrió sin emitir ningún sonido. Entraron en una pequeña casa repleta de objetos y muebles de estilo árabe y una voz les llegó desde una habitación del fondo.

- Kirenel, ¿siempre tienes que intentar derribar mi puerta para impresionar a quien traes? Algún día la romperás y tendrás que ponerme otra.

Una mujer de unos cuarenta años de rasgos atractivos atravesó la puerta sonriendo, llevaba una capa de plumón similar a la del que les había recibido en la puerta, pero blancas como la nieve.

- T'anncrel, sabes que no podría aunque quisiera...

Se abrazaron efusivamente y ella dio un paso atrás, observando al moloqai

- Hacía un siglo que no nos veíamos, veo que te conservas bastante bien.

- Hago lo que puedo, dieta sana, un poco de ejercicio...

Ambos rieron brevemente, en el poco tiempo que llevaba con su maestro, Sandra no le había visto nunca tan alegre y distendido, se notaba que conocía a aquella hermosa mujer desde hacía mucho tiempo. Se sobresaltó un poco cuando en ese mismo momento la mujer miró directamente hacia ella.

- ¿No me presentas a tu amiga? Parece un poco joven para tí...

- Es una de ellos, T'ann, lo conseguí, les encontré.

El gesto de la mujer se volvió completamente serio y volvió a mirar hacia Sandra mucho más intensamente, hasta el punto de que se sintió desnuda ante el minucioso escrutinio.

- Increíble... Así que al final lo lograste...

La expresión de la mujer cambió de nuevo radicalmente, mostrando ahora una honda ternura.

- ¡Pero si estas herida! Ven conmigo cariño, nos ocuparemos de eso inmediatamente.

Pasaron a la habitación del fondo y T'anncrel le indicó que se quitase la camiseta y se tumbase en una camilla. La sanadora observó la herida, que tenia un aspecto purulento y malsano.

- Este mordisco ya habría matado a un humano, sin duda eres fuerte, como lo eran todos los moloqai

Las últimas palabras las pronunció con melancolía, pero agitó brevemente la cabeza para salir de su ensimismamiento. Colocó junto a la camilla una mesita con varios útiles quirúrgicos de plata y algunos cuencos con ungüentos de diversos aspectos.

- Supongo que pensarías que iba a colocar mis manos sobre la herida y que ésta sanaría ¿no? Eso, por desgracia, solo es un mito. Tranquila, yo me encargaré de que no te duela. Quizá te apetezca oír una historia mientras tanto ¿eh?

Sandra asintió, prefería distraerse de todos esos objetos afilados, no creía que esta gente utilizase anestesia.

- ¡Estupendo! Te contaré entonces lo que sucedió después de que los Un-Mann separasen el mundo en tres esferas para acabar con la guerra...

"Cuando la noticia del asesinato de los moloqai llegó a los dirigentes de los Un-Mann, estos decidieron llevar a cabo su plan de emergencia, conscientes de que la guerra se volvería a estancar y el mundo jamás conocería la paz.

Utilizando sus conocimientos sobre el viaje entre mundos, habían modificado las enormes edificaciones que utilizaban para viajar, de forma que al activarlas todas a la vez dividieron este mundo, separando la luz y la oscuridad de él. En ese momento, tanto los seres de la luz como los servidores de las tinieblas fuimos arrastrados a esas esferas paralelas, por lo que realmente ignoramos qué sucedió después.

Tardamos siglos en encontrar los portales y aprender a utilizarlos. Y cuando fuimos a cruzarlos nos topamos con los Guardianes, algunos de los más poderosos Un-Mann que se habían quedado en el espacio que unía las tres esferas para actuar como centinelas.

Para nuestra sorpresa no nos impidieron el paso, sino que solicitaron que enviásemos unos pocos representantes para una reunión. Acudimos y también estaba presente una pequeña delegación de las tinieblas. Los Guardianes nos dijeron que algo había afectado a los suyos, algo a lo que llamaban las Plagas, y que su pueblo había degenerado y agonizaba. Creían que era necesario que algo de luz y oscuridad se filtrase a través de los portales para detener aquel proceso degenerativo. A cambio, nos ofrecieron la posibilidad de utilizar aquellos portales para viajar entre las esferas con algunas condiciones. No estaría permitido reanudar la guerra a ninguna escala y los nuestros sólo podrían pasar una cantidad limitada de tiempo en este mundo.

Aceptamos y cuando los primeros de nosotros cruzamos los portales nos encontramos con un mundo asolado, poblado por humanos, tristes sombras de los poderosos y orgullosos Un-Mann.

Comprendimos que íbamos a necesitar mucho más tiempo que el breve lapso que se nos permitía permanecer en esta esfera. Finalmente y tras arduas negociaciones, accedieron, aunque el precio era no no poder regresar jamás a nuestra esfera. Como puedes ver, aceptamos"

La mujer sonrió y terminó de colocar el vendaje sobre el hombro de Sandra.

- Bueno, esto ya está. Procura no hacer ningún movimiento brusco durante un par de días

Sandra no salía de su asombro, ni siquiera había notado que T'anncrel se estuviese moviendo. Iba a preguntar, cuando notó que tanto la sanadora como su maestro se ponían en tensión mirando hacia la puerta. Expandió sus sentidos y notó la amenaza justo un instante antes de que seis hombres de aspecto deforme se materializasen en medio de la sala. Les faltaba la mandíbula y de su garganta surgía un asqueroso apéndice parecido a una serpiente rosada que acababa en una abertura coronada de afilados colmillos que rezumaban una sustancia negra y viscosa.

Antes de que ninguno de los presentes pudiese reaccionar, la puerta salió volando hacia el interior de la casa, seccionándole la cabeza a uno de los seres y tumbando a otro. Escofel atravesó el umbral, desplegando su capa en dos grandes alas negras y dejando ver un torso cubierto de tatuajes y la espada llameante que portaba.

Dedicado a la fan Nº1 de los cachas tatuados de orientación sexual dudosa :P

miércoles, 2 de abril de 2008

Traiciones

Capítulos anteriores:
Renacimiento
Comienza la caza

Instinto

Observaba desde la azotea de un edificio cercano como el hombre de pelo largo y canoso sacaba a la muchacha del callejón, parecía herida pero no gravemente, por lo menos no para uno de ellos. Sabía lo que eran ellos dos, por supuesto, aunque el alma de la chica emitía una luz extraña.

Un escalofrío le recorrió la espalda, no sabía que sentir ante las noticias del regreso de los Moloqai, para él hacía mucho que se había terminado la certeza, ni siquiera estaba seguro de su papel en este mundo. Sus pensamientos se detuvieron en seco cuando captó un sonido familiar, un sollozo lastimero, el que emite alguien que sabe que su fin está cerca y es inevitable.

Moviéndose a una velocidad cegadora saltó a la azotea del edificio de al lado, concentrándose en la procedencia de los lamentos. Llevaba un abrigo de recio cuero negro que le llegaba hasta los tobillos y vestía ropas oscuras, cualquiera que le viese le tomaría por un joven gótico dada también la palidez de su piel. Cualquiera que no le viese saltar de azotea en azotea corriendo a una velocidad sobrehumana, claro.

En apenas un par de minutos había llegado a su objetivo, se asomó para ver en un oscuro callejón a un chaval sentado con la espalda contra un rincón lleno de basura, con la mirada fija en el ser q se le acercaba lentamente, bebiendo cada gota del terror que destilaba. Tenía vaga apariencia humanoide, pero su boca era más grande de lo normal y además también se abría verticalmente hasta la mitad a de su torso, mostrando unos colmillos descomunales. El humano estaba aterrorizado, pero Naraal no, había visto demasiadas cosas para que una simple sanguijuela le asustase.

Saltando de pared a pared del callejón, cayó entre el monstruo y su presa, incorporándose con una sonrisa.

- Hola, creo que hoy te voy a fastidiar la cena.

El deforme ser siseó y su descomunal boca rezumó una malsana baba amarillenta. Estudió a Naraal durante unos segundos y después esbozó una mueca similar a una sonrisa.

- ¿Que tenemos aquí? ¿Un defensor de los débiles? ¡He seguido las normas! ¡No tienes ningún derecho a interponerte en mi camino! ¡¡No es más que ganado, un ser inferior!!

Rugió y avanzó un par de pasos hacia el, abriendo y cerrando su desproporcionada boca.

- No necesito permiso para interponerme en tu camino.

Las pupilas de Naraal se extendieron, convirtiendo sus ojos en dos esferas negras y sus uñas crecieron, formando unas largas garras

- No me importan esas normas que mencionas.

En menos de un parpadeo Naraal tenía su frente apoyada en la del monstruo, mirándole a los ojos, y las manos clavadas hasta las muñecas en sus costados.

- Y no es una cuestión de inferioridad, sino de justicia.

Dejó caer el cadáver y se volvió hacia el joven, se había desmayado. Iba a marcharse cuando notó un movimiento, se volvió de nuevo y vio que el chaval había vuelto en sí.
Examinó su alma y reconoció aquella extraña luz, se acercó hacia el y se agachó a su lado.

- Vaya, espero no cogerle demasiado gusto a hacer esto, se esta convirtiendo en un hábito

De un fuerte golpe, dejó inconsciente al asustado muchacho.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Instinto

Capítulos anteriores:
Renacimiento
Comienza la caza


Continuó andando por calles estrechas y sucias, apoyándose en las paredes, con el sabor del vómito nublado sus sentidos y el del remordimiento su alma. Trataba de sobreponerse a sus prejuicios, se repetía que ya no era humana si no algo superior, y que había destruido a un monstruo demoníaco. Pero las nauseas no cesaban.


De improvisto todo se detiene. Sus sentidos, llevados por un impulso reflejo, se expanden abarcando toda la calle, una rata hurgando entre los cubos de basura de su izquierda, una araña tejiendo su tela en un recoveco a su derecha y, a unos veinte metros de distancia, los que habían disparado sus instintos. Son tres, dos a su espalda y otro agazapado detrás de una destartalada lavadora abandonada junto a la entrada de un callejón.

Toda esta información llega a su cerebro en dos inspiraciones, al comenzar la tercera un torrente de energía invade su cuerpo, impulsándose a una velocidad cegadora hacia delante. Pasa junto a los cubos de basura, mientras la rata reacciona a cámara lenta, coge la tapa de uno de los cubos y avanza durante otra inspiración hacia el callejón. Siente un inicio de movimiento detrás de la lavadora y la tapa metálica sale volando de su mano izquierda como un cañonazo, impactando con una campanada contra la cabeza del chaval que surgía de su escondrijo tras el electrodoméstico.

Dos inspiraciones más, la cabeza del poseído golpea contra el suelo mientras la tapa del cubo rebota en el asfalto, Sandra ya casi ha llegado a la entrada del callejón, en su mano derecha su lima refulge y se agranda. Coge aire de nuevo y se lanza rodando hacia el callejón en el preciso instante en el que otro de los poseídos salta sobre ella, tratando de agarrarla.

Se incorpora, pero al hacerlo nota un agudo dolor en el tobillo y un crujido. De pronto todo parece acelerarse, oye el ruido metálico de la tapa contra el suelo y el crujido húmedo de la cara del segundo atacante impactando contra la esquina del callejón, se vuelve a tiempo para ver un borrón abalanzarse hacia ella. Trata de esquivarlo pero le es imposible, rota la concentración que aumentaba su velocidad, nota una hilera de afilados dientes clavarse en su hombro derecho y un latigazo de dolor sacude su columna vertebral sacándola de su aturdimiento. Todo vuelve a moverse a cámara lenta, se lanza contra la pared de su derecha con el hombro por delante, se escucha el sonido de una sandía golpeando contra la pared y la presión de los dientes sobre su hombro se afloja. Sin detener su movimiento, pega la espalda a la pared aprovechando el impulso para lanzar su maltrecho brazo hacia la entrada del callejón. Ve como su daga de luz atraviesa la cabeza del primer atacante que se abalanzaba de nuevo hacia ella.

Sólo queda uno, Sandra le mira desafiante y él saca un cuchillo de monte. Con una velocidad cegadora la chica clava sus manos en el pecho del cadáver que tiene al lado y las saca con un sonoro crujido. En cada una tiene una ensangrentada costilla convirtiéndose en dagas de luz. No le deja tiempo para pensar y avanza hacia él mientras el poseído decide darse la vuelta y huir, un agudo dolor recuerda a Sandra que no va poder alcanzarle y el chaval desaparece en la oscura calle.

El tiempo vuelve a su ritmo normal y cae de rodillas, extenuada. En la calle por la que ha huido el poseído se oye un suave silbido y algo rebotar, por delante de la boca del callejón pasa rodando la cabeza del demonio. Tranquilamente, sonriendo, Kirenel entra en el callejón.

- Muy bien, te felicito jovencita, necesitas pulir un poco el que no te sigan los compinches de tu objetivo, pero has resuelto la papeleta bastante bien.

Enarcando una ceja mira a las costillas que Sandra aún sujeta con fuerza.

- Bastante creativo. Bueno, vamos a que te vean esas heridas, no queremos que nos encuentren en medio de este estropicio…

lunes, 17 de marzo de 2008

Comienza la caza

Capítulos anteriores:
Renacimiento


La música a todo volumen, el ambiente asfixiante por el humo del tabaco y el sudor, la oscuridad sólo interrumpida por luces frenéticas y cegadoras y la gran cantidad de gente que se apiñaba en aquella discoteca convertían el local en el refugio perfecto para el ser que buscaba Sandra.


Kirenel, el último de los Moloqai, al que tomó por un mendigo cuando lo vio por primera vez y que se había convertido en su maestro, le había enseñado muchas cosas en el poco tiempo que llevaba adiestrándola. Sandra ahora apenas necesitaba descansar unas pocas horas diarias, lo que era muy útil para poder mantener aquella doble vida de adolescente por el día y ángel renacido por la noche. También habían mejorado tremendamente su forma física y sus sentidos. Lo último que había aprendido, y se disponía a probar esa misma noche, era a leer las almas de los demás. Para Sandra de cada persona a la que miraba surgía una especie de emanación luminosa que revelaba las características del alma de ese individuo.

Tras casi una hora estudiando disimuladamente a los presentes, bailando, flirteando y esquivando babosos, le vio. Era muy joven, no llegaría a los dieciocho años, su aspecto tímido y su mirada encantadora señalándole más como un querubín que como un ser de las tinieblas. Pero el alma no es tan fácil de maquillar como el aspecto físico, y la de aquel jovencito supuraba negra y enfermiza.

No le costó mucho acercarse a su presa y poco después ya estaban bailando. Además de ser atractivo tenía una personalidad magnética y una sonrisa que hechizaba. Tan solo una hora después, ambos se besaban apasionadamente en un rincón del atestado local, consumidos por una pasión irrefrenable. Sandra se dejó llevar y no tardaron mucho en entrar a trompicones en uno de los retretes del baño de señoras, sin parar de besarse se arrancaron la ropa, momento en el cual el rostro perfecto del joven se desfiguró en una sonrisa imposible que le llegaba literalmente de oreja a oreja decorada con una hilera de dientes puntiagudos y afiladísimos.

La expresión del ser delató su sorpresa cuando Sandra no solo no se asustó ni intentó huir, sino que aferró la garganta del demonio con su mano izquierda. Vió como en los ojos del joven se dibujaba lentamente una mirada de terror al darse cuenta de que la mano de la chica ejercía una fuerza muy superior a la que cabría esperar de ella. Forcejearon, Sandra colocó algo frente a los ojos del demonio, una lima metálica. El ser de las tinieblas no entendía nada hasta que la lima comenzó a brillar convirtiéndose en una daga de pura luz. Quiso gritar, pero el arma le atravesó la cabeza de lado a lado.

Salió del baño y se dirigió directamente a la salida, no quería estar por allí cuando alguien encontrarse el cuerpo carbonizado de aquel muchacho. Sabía que el humano que fue llevaba mucho tiempo muerto, y que incluso puede que accediese voluntariamente a ser poseído, pero no podía dejar de pensar que acababa de degollar y después incinerar a una persona. Cuando consideró que se había alejado lo suficiente, se apoyó en una pared junto a unos contenedores de basura y vomitó. Quizá ser una luchadora de la luz no era lo que ella había imaginado.

Siguió andando, sin notar que desde las sombras de un callejón, dos jóvenes la observaban.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Renacimiento

"Ahora si que la he cagado bien". Era lo único que Sandra podía pensar mientras recorría las oscuras calles del miserable barrio periférico, con el miedo marcado en cada una de sus hermosas facciones. La había cagado quedando con Diego, la había cagado dejando que la llevase a casa en coche, la había cagado no reaccionando cuando en lugar de dirigirse a su casa la llevó al polígono y la había cagado del todo bajándose del coche cuando quiso propasarse con ella. Ahora caminaba sola de noche por uno de los peores barrios de la ciudad, y se había perdido.

Siguió andando envarada, mirando hacia todos lados como un cervatillo recorriendo la guarida del lobo. Se oyeron ruidos saliendo de un callejón un poco más adelante de donde llegaba Sandra, que dio un respingo y se quedó paralizada cuando del callejón salió tambaleándose un hombre canoso vestido con un abrigo sucio y raído. El borracho pareció reparar en ella y comenzó a caminar en si dirección, el miedo la tenía paralizada pero reaccionó al sentir que algo se abalanzaba sobre su espalda. Se giró, pero demasiado tarde, antes de poder ver a su atacante notó un golpe en la nuca y todo se volvió negro.

Estaba en una playa, con el ruido del mar de fondo y el agua salpicándola en la cara, pero no podía abrir los ojos y notaba un terrible dolor de cabeza. Poco a poco, y con gran esfuerzo, su consciencia reconstruyó el puzzle de sus últimos recuerdos. El gilipollas de Diego, el polígono, las calles oscuras, el borracho del callejón, ¡la figura tras su espalda! Se incorporó de golpe y todo comenzó a darle vueltas, cuando pudo fijarse en lo que tenía alrededor vio q se encontraba en una especie de chabola, tenia la cara mojada y de fondo se oía el suave ronroneo de un motor. Dio un respingo cuando por el hueco que hacía las veces de puerta entró el borracho del callejón. Instintivamente se cubrió con la sucia colcha que la tapaba, aunque estaba completamente vestida, temblaba visiblemente y las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.

- Tranquila, tranquila. No deberías andar a esas horas por ese barrio, pequeña, es peligroso.

Había algo en la voz de aquel hombre que resultaba tranquilizador, era grave pero melodiosa y agradable. Rondaría los 50 años con el pelo cano y largo sujeto en una coleta. Si no fuese por el miedo que tenía y la mugre, Sandra lo habría encontrado atractivo. Poco a poco se fue calmando y sintió que la angustia dejaba de atenazar su corazón.

- Déjame que te cuente una historia, así te relajaras y olvidaras el mal trago de antes.

Sonrió y aquella sonrisa iluminó el alma de la chica que asintió como una niña pequeña a la que le preguntan si quiere escuchar un cuento. El hombre se aclaró la garganta y comenzó.

"Voy a contarte una trágica historia, una historia de tiempos en los que los hombres ni siquiera recorrían la Tierra. Hace muchos siglos, este mundo estaba poblado por dos facciones irreconciliables que lucharon sin descanso durante miles de años. Unos eran seguidores de la luz, amantes de la vida y de la justicia, vosotros habéis recibido su deformado recuerdo bajo la denominación de ángeles. Los otros, como tu mirada delata, ya imaginarás que eran su contrario, sirvientes de la oscuridad y la vileza, recordados en estos tiempos como demonios.

Era una guerra vacua, pues ninguno de los dos bandos tenía una ventaja clara sobre el otro. Hasta que entró en escena el factor que podía desequilibrar la balanza. A través de inmensos portales una civilización venida de otras realidades llegó a este mundo e inmediatamente fue abordada por enviados de ambos bandos para intentar ganar a los recién llegados para su causa. Tras escuchar a los embajadores, los dirigentes de este pueblo que se hacían llamar Un-mann llegaron a la conclusión de que el bando de las tinieblas era enemigo de todo lo vivo y, por extensión, su enemigo.

La fuerzas combinadas de la luz y de los Un-mann comenzaron a derrotar a la oscuridad en todos los frentes, y en primera línea de batalla estaban siempre los Moloqai, los mejores guerreros de la luz. Sus alas, a diferencia de las del resto de sus hermanos, estaban compuestas de pura luz y pocos podían enfrentárseles en el campo de batalla.

Pero la oscuridad aún tenía una última carta que jugar, buscó al más débil y vanidoso entre los Moloqai y llenó sus oídos de alabanzas y mentiras sobre sus hermanos. Este miserable, cuyo nombre se olvidó hace mucho, convocó a todos los suyos a una asamblea, algo normal entre los Moloqai pues su número era relativamente reducido, y una vez allí fueron atacados y masacrados por las fuerzas de la sombra. Como recompensa, el traidor fue convertido en un poderoso ser de oscuridad que como una burla a la memoria de sus hermanos tomó el nombre de Moloch.

Sólo uno de los Moloqai había sobrevivido, ya que se encontraba el día de la asamblea fatídica en medio de una importante batalla que no pudo abandonar. Al oír las noticias de la traición de Moloch, este superviviente quiso ir a buscar al traidor pero entonces algo cambió para siempre este mundo. Los Un-Mann, entendiendo que la caída de los Moloqai estancaría de nuevo la guerra en una lucha eterna, utilizaron sus conocimientos sobre el viaje entre mundos para separar este en tres. La Tierra quedó entre los otros dos, sirviendo como nexo y hogar de los Un-Mann, otro lo conocéis como el Cielo y es el hogar de las fuerzas de la luz y por último en lo que denomináis Infierno habitan los servidores de las tinieblas.

Existen portales que el que sepa puede utilizar para viajar de un mundo a otro y así la guerra ha continuado, pero de una forma discreta y sutil, hasta el día de hoy. Pero recientemente se ha descubierto que las almas de los Moloqai sobrevivieron a su asesinato, quedando atrapadas en este mundo, aletargadas en el interior de algunos Un-Mann y después en sus descendientes, los humanos."

Sandra escuchaba absorta, sabiendo de alguna forma que aquello no era la fantasía de un demente o un cuento ficticio. El hombre permaneció unos segundos con la mirada perdida y después la miró intensamente.

- Ahora solo nos queda descubrir cómo despertar esa alma.

De pronto entendió lo que quería decir aquel misterioso hombre.

- Pero yo no.. yo no soy... yo no puedo ser...

- Oh, claro que si, créeme cuando te digo que no me equivoco en esto.

El hombre se levantó de la caja en la que se había sentado y al hacerlo Sandra notó algo extraño en sus ojos, sus pupilas ya no eran negras, sino doradas.

- Llevo demasiado tiempo solo.

Sandra dio un respingo cuando dos enormes alas de luz surgieron en la espalda del supuesto mendigo.

martes, 11 de marzo de 2008

Concurso terrorífico

Un año más Aullidos. com, una gran portal sobre cine y literatura de terror, convoca su concuro de relatos.

Yo no participo, pero un gran amigo mío si, y me gustaría que dedicaseis unos minutos a leer su relato (y los demás si quereis, claro). Os dejo el enlace al suyo:

http://www.aullidos.com/leer_relato.asp?id_relato=105


¡Y si os gusta, no dudeis en votar!

lunes, 10 de marzo de 2008

Lágrimas en el bosque

La pálida piel de la elfa estaba perlada de sudor, mientras se revolvía y gemía en el miserable catre de una sucia posada, las delicadas facciones de su rostro contraídas en una mueca de agonía. Le habían advertido sobre las pesadillas, pero estaba convencida de que la senda que acababa de comenzar a recorrer la llevaría a encontrar la forma de acabar con la maldición que estaba matando lentamente a su pueblo.

Estaba en el bosque de Quithayran, corriendo entre al espesura. No podía recordar quien o que la perseguía, pero la dominaba un terror absoluto que nublaba su mente. A toda velocidad se encaramó a las ramas bajas de un árbol y saltando con precisión y seguridad fue ascendiendo a la copa del árbol más alto del bosque. Al asomarse sobre las hojas superiores del árbol vio como desde el sur una marea de negras arañas comenzaban a devorar el bosque, la sorpresa fue sustituida por terror cuando notó como de debajo de la parte inferior de su coraza empezaba a brotar un torrente de diminutas arañas que devoraban su carne. El árbol se derrumbó y cayó al vacío mientras era consumida por las arañas y una tormenta de fuego arrasaba todo a su alrededor.

Se despertó gritando y saltó de la cama, todo su cuerpo desnudo temblando sin control. Cuando recuperó el aliento y se dio cuenta de donde estaba comenzó a sollozar. Tras unos minutos consiguió recuperar la calma lo suficiente para rebuscar en su bolsa y sacar un mazo de cartas grabadas en un material de aspecto quitinoso. Extrajo las ocho cartas superiores y se concentró, notando el poder que emanaba de ellas. Mezcló las cartas y con un gesto un tanto dubitativo dio la vuelta a la primera.

Terminó de ajustarse la armadura y se colocó el arco a la espalda, recogió la bolsa e introdujo en ella el Tarot de Cadwallon que acababa de encantar. Levantó del suelo la carta que estaba boca arriba, mostraba un reloj con personas y animales cayéndo de una de sus agujas. Era la carta X, el Destino, en Ascendente.

Sonrió mientras guardaba la carta, algunos sacrificios merecían la pena.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Revelaciones (Final)

La cara de Sebastian no terminaba de decidirse entre la sorpresa y la confusión. Lentamente, se incorporó mientras el extraño salía del agua y se acercaba a por la ropa que había dejado en la orilla.

- ¿Hermano? ¡Yo no tengo ningún hermano! ¿Cómo has podido verme?

Sebastian sentía ansiedad, incertidumbre, apenas si podía pensar con claridad. El extraño se giró hacia el con solo unos raídos pantalones de cuero puestos, en medio de su pecho destacaba tatuada una letra O de medio palmo de altura. Miró a sebastian y lanzó una carcajada.

- No me digas que tu tampoco recuerdas nada... - Con un cómico suspiro miró al cielo - Jeeesus, vaya jaleo se ha montado...

No entendía de que estaba hablando este extraño personaje, trató de recordar a algún hermano en su infancia pero no pudo, sin embargo poco a poco una terrible certeza se abrió camino hacia su mente. No recordaba nada, su último recuerdo se remontaba a hacía un par de meses cuando entró en aquella oscura tienda y encontró a la primera de sus musas...

Se le heló la sangre, ¡su musa!

- ¿Donde...?

Con un gesto firme y seguro, el extraño apoyó su mano sobre el hombro de Sebastian mientras le sonreía.

- Tranquilo, está bien, he cuidado de ella.

La pequeña musa voló hasta la mano del desconocido, le lanzó un beso y voló de nuevo hacia Sebastian riendo alegremente y fundiéndose en su garganta.

- Debes seguir buscándolas, no importa lo que recuerdes ni lo que creas, alguien ha hecho algo terrible y se ha alterado lo que debía pasar. No se porqué yo me he mantenido sin cambiar, pero tu y el otro de nuestros hermanos que me he encontrado desde aquello habéis perdido la memoria. Quizá reunirte con todas tus pequeñas te complete de nuevo.

- ¿Otro hermano? ¡Tienes que contarme más!

Miró a su recién descubierto hermano mientras se ponía un simple chaleco de cuero sobre el torso desnudo. El tatuaje de su pecho podría ser también una Q

- Bueno, no te pongas nervioso, te contare unas cuantas cosas que he averiguado, aunque no a cambio de nada...

- Si lo que buscas es dinero... - Sacó un puñado de gemas del bolsillo de su abrigo.

- Ja ja ja ¡Vaya! ¡Aun tienes ese abrigo tan útil! - Cogió las gemas que le tendía el otro y observó con detenimiento un rubí perfecto - Siempre tuviste talento para estas cosas.

Lanzó el rubí al agua del río haciendo que saltase varias veces sobre su superficie y empezó a caminar hacia el puente.

- ¿No vas a venir? En realidad el pago que quiero es que me amenices un poco el camino cantando algo, yo lo hago fatal je je je.

Mil preguntas se agolpaban en la mente de Sebastian, sacudió la cabeza para aclararse un poco y vio que el extraño se alejaba a buen paso. Dudó solo un momento antes de correr para alcanzarle.

Sin saber por qué, de repente tuvo claro que el tatuaje del pecho de este que decía ser su hermano era un cero.

Réquiem for a Dungeon Master

Ayer, 4 de Marzo de 2008, dejó el Plano Material Gary Gigax a la edad de 69 años.

Hoy el rol está de luto, en memoria de uno de sus dos creadores.


martes, 4 de marzo de 2008

Revelaciones (Primera parte)

Sebastian caminaba por un camino que discurría junto al margen de un río poco profundo, agradeciendo la sombra de los árboles que crecían en la rivera del cauce. Llevaba ya varias horas andando desde que en el último pueblo le indicasen que el hombre al que había estado siguiendo la pista había partido en esta dirección. Estaba convencido de que éste retenía a otra de sus amadas musas y que de algún modo sabía que Sebastian le estaba buscando, por eso había huido del pueblo.

Con estos pensamientos rondándole llegó a una curva del cauce que el camino salvaba mediante un pequeño puente de madera escondido entre los árboles. El lugar perfecto para una emboscada, pensó Sebastian. Aunque este pensamiento se desvaneció
en un mar de sorpresa casi nada más nacer, de entre la vegetación de la orilla junto al puente venia una melodía potente y desafinada. Alguien estaba cantando, todos los planes y estrategias de Sebastian de derrumbaron ante la posibilidad de que quien cantase fuese su presa.

Proyectando la ilusión de ser invisible, se acercó con cuidado a la arboleda que rodeaba el puente. Cuando se asomó al cauce necesitó de todo su autocontrol para evitar exclamar sorprendido una vez más. A la sombra del puente, donde el río formaba un pequeño remanso, se encontraba bañándose el hombre que le habían descrito y al que llevaba varios días siguiendo.

Era un hombre de complexión robusta, con el pelo
rubio y corto excepto una trenza que arrancaba de su nuca y se sumergía en el agua que le llegaba por la cintura. Se encontraba de espaldas a Sebastian, lo que le permitía ver que tenía varios tatuajes en los hombros y antebrazos. Sin embargo, lo que hacía aquella escena cómica y terrible a la vez, era que el hombre cantaba a voz en grito desafinando mucho, aunque extrañamente el resultado era muy bello, y delante de el bailaba sobre el agua un pequeño ser de luz con aspecto de mujer alada. Una musa, su musa.

Los pensamientos se agolpaban en su cerebro, tratando de imponerse unos sobre otros al ritmo frenético de su corazón. No recordaba haberse encontrado nunca en tal estado de confusión y pánico. Hasta que de repente, el hombre dejó de cantar y se giró hacia los arbustos entre los que se escondía. Miró directamente hacia el y sonrió.

- ¡¡Cuánto tiempo!! Me alegro mucho de verte, hermanito.

Continuará...

domingo, 2 de marzo de 2008

Sonrisas

Érase una vez un severo profesor que paseaba por el bosque cercano a la pequeña ciudad en la que vivía. Don Cosme tenía fama de estricto y severo, los niños del colegio donde daba clase le temían, pues había llegado a castigar a un alumno por sonreír en su clase.

Gustaba Don Cosme de disipar las estúpidas fantasías de sus alumnos, tales como cuentos de hadas y tonterías similares. En esto que según paseaba por el bosque el profesor vio sobre una flor las alas de una mariposa enorme con unos colores llamativos y brillantes, aficionado como era al estudio y colección de raros insectos se acercó despacio a la flor y con un movimiento rápido y preciso lanzó su gorro sobre la mariposa. Con mucho cuidado para no hacer daño al delicado insecto, recogió el gorro cerrándolo rápidamente y se fue hacia su casa.

Una vez en casa, cogió un bote grande y con mucho cuidado fue abriendo la abertura del gorro de tal forma que encajase en la boca del bote. Pero cual fue su sorpresa cuando lo que cayó en el bote no fue una mariposa enorme, si no una persona diminuta con un par de llamativas alas de mariposa en la espalda y vestida con lo que parecían pétalos de diversos colores y formas. Del susto , Don Cosme soltó el gorro y se tropezó con una silla, quedando sentado en el suelo con una mueca de sorpresa. El curioso ser salió volando rápidamente de bote pero, en lugar de marcharse por la ventana, se posó sonriendo en la rodilla del sorprendido profesor.

- Hola.

Al ver que aquella personita también era capaz de hablar, el maestro abrió mucho la boca quedándose congelado con una expresión de sorpresa bastante tonta. El hada, porque estaba claro que eso era un hada, rió divertida y su risa le sonó a Don Cosme como el tintineo de pequeñas campanillas de plata.

- ¡¡Vaya cara que se te ha quedado!! Ya que me has traído hasta aquí de una forma tan incomoda por lo menos podrías saludar, yo me llamo Naru. – Observó divertida la cara congelada del profesor y sonrió.

- Ho.. hola... yo...me me llamo Cosme.

- ¡¡Bien!! ¡Puedes hablar! No te preocupes por lo del gorro, que por cierto huele fatal, por la cara que has puesto al verme creo que me has confundido con otra cosa.

El hada rió de nuevo, empezó a volar, se acercó al profesor y le besó en las mejillas. Muak muak.

- Me tengo que marchar, mis pequeños se preocuparán si tardo mucho más en llegar a clase.

- ¿A clase? ¿Tu eres profesora?

- ¡Pues claro! ¿Quien sino una profesora iba a acercarse a ti para enseñarte a ser menos rancio?

Riendo, el hada se fue volando por la ventana. Al día siguiente los alumnos esperaban a Don Cosme, todos quietos en su sitio por miedo a ser castigados. El profesor entro por la puerta y les saludó como cada mañana, pero todos tardaron un poco en reaccionar, no creyéndose lo que acababan de ver. El estricto Don Cosme les había sonreído.

Dedicado a esa hadita que nos pinta sonrisas de color :)