martes, 17 de junio de 2008

Muertos que caminan

Capítulos anteriores:
Primer día
Primer día (continuación)

Se movían entre los pinos con mucho cuidado, las agujas secas que cubrían el suelo complicaban este empeño, pero era la única zona por la que podían acercarse al pueblo.


Alberto había pasado tres meses de adiestramiento en esta misteriosa agencia gubernamental que ni siquiera tenía nombre, cada agente se refería como mejor le parecía aunque lo cierto es que lo normal era simplemente no hacerlo. Esta era su primera misión de campo, y parecía sacada del guión de una película de serie b, un pueblo en medio de la nada atacado por zombis, lo tópico e irreal de la situación le hacía sonreír.

Los zombis existían, si. Como la mayor parte de los monstruos sobrenaturales del imaginario popular, aunque también como en la mayoría de los demás seres las supersticiones no eran del todo acertadas. Alberto había estudiado a fondo todos los datos disponibles sobre estas abominaciones, no se trataba de muertos vivientes exactamente, aunque la parte de la infección a través del mordisco de un zombi si que era cierta. Existía por lo visto un tipo de ser de la oscuridad de pequeño tamaño y aspecto insectoide que en estado larvario podía abrirse camino hasta la cavidad craneal de la víctima, devorar el cerebro y tomar control de las funciones sensoriales y motoras del huésped. Así se obtenía un monstruo de movimientos lentos y tambaleantes, inteligencia animal y en estado de descomposición dado que el parásito solo era capaz de mantener el cuerpo durante unos cuantos días. La propagación de la infección está provocada por los huevos que el parásito deposita en la garganta del huésped de los que eclosionan en pocos minutos miles de larvas que aprovechan cualquier herida abierta, como por ejemplo un mordisco, para infectar a su vez a otras víctimas.

Alberto prefería la versión clásica de estos monstruos, no podía dejar de pensar en todas esas larvas minúsculas entrando en su cuerpo y abriéndose camino hasta su cerebro. Un escalofrío ascendió por su columna vertebral al volver a pensar en ello y cuando llegó hasta su cuello explotó iluminando el pinar que estaba viendo. Un hedor insoportable le abrazó revolviendole el estómago, cuando una docena de cuerpos semipodridos se abalanzó hacia ellos. Había visto suficiente, poniendo en práctica lo aprendido sobre sus capacidades premonitorias se concentró en tratar de ver de nuevo el mundo real, desconectando la visión del combate con los zombis. Aún no se había recuperado de la sensación de vértigo que le producía volver de una visión, pero en cuanto se vio capaz de hablar gritó a sus compañeros para que se preparasen.

Cuando los zombis se lanzaran a por el grupo de agentes fueron recibidos con disparos y chorros de una sustancias viscosa y adherente en llamas. Era la única forma de asegurar que ninguna de las pequeñas larvas escapaba, no podrían infectarles por los trajes con los que iban protegidos, pero la agencia no dejaba cabos sueltos.

El pueblo se consumía en un infierno de llamas avivadas por las capacidades de dos de los agentes que le acompañaban. Marcó un número en su teléfono móvil y esperó, cuando oyó que descolgaban dijo simplemente “terminado” y arrojó el terminal a las llamas que ya se extendían voraces por el bosque.

Lejos de ellos, escondido entre unos arbustos, un ser cuyo aspecto recordaba al de un cerdo observaba a los humanos con ojos vidriosos mientras diminutas larvas entraban y salían de su boca y hocico.

3 comentarios:

Naru dijo...

mola!!aunque para mi imaginación es demasiada información
Beso

Pedro dijo...

Pero que le has hecho al pobre cochinillo!!! XDXDXDXD

Muy bueno, breve e intenso. La puesta en escena con las agujas de pino me ha gustado :)


Un abrazo,


Pedro.

Cuervo dijo...

cerdos mutantes zombis anarquistas en busca de tabaco!!!!!!!!!!!!!
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!!!