"Ahora si que la he cagado bien". Era lo único que Sandra podía pensar mientras recorría las oscuras calles del miserable barrio periférico, con el miedo marcado en cada una de sus hermosas facciones. La había cagado quedando con Diego, la había cagado dejando que la llevase a casa en coche, la había cagado no reaccionando cuando en lugar de dirigirse a su casa la llevó al polígono y la había cagado del todo bajándose del coche cuando quiso propasarse con ella. Ahora caminaba sola de noche por uno de los peores barrios de la ciudad, y se había perdido.
Siguió andando envarada, mirando hacia todos lados como un cervatillo recorriendo la guarida del lobo. Se oyeron ruidos saliendo de un callejón un poco más adelante de donde llegaba Sandra, que dio un respingo y se quedó paralizada cuando del callejón salió tambaleándose un hombre canoso vestido con un abrigo sucio y raído. El borracho pareció reparar en ella y comenzó a caminar en si dirección, el miedo la tenía paralizada pero reaccionó al sentir que algo se abalanzaba sobre su espalda. Se giró, pero demasiado tarde, antes de poder ver a su atacante notó un golpe en la nuca y todo se volvió negro.
Estaba en una playa, con el ruido del mar de fondo y el agua salpicándola en la cara, pero no podía abrir los ojos y notaba un terrible dolor de cabeza. Poco a poco, y con gran esfuerzo, su consciencia reconstruyó el puzzle de sus últimos recuerdos. El gilipollas de Diego, el polígono, las calles oscuras, el borracho del callejón, ¡la figura tras su espalda! Se incorporó de golpe y todo comenzó a darle vueltas, cuando pudo fijarse en lo que tenía alrededor vio q se encontraba en una especie de chabola, tenia la cara mojada y de fondo se oía el suave ronroneo de un motor. Dio un respingo cuando por el hueco que hacía las veces de puerta entró el borracho del callejón. Instintivamente se cubrió con la sucia colcha que la tapaba, aunque estaba completamente vestida, temblaba visiblemente y las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.
- Tranquila, tranquila. No deberías andar a esas horas por ese barrio, pequeña, es peligroso.
Había algo en la voz de aquel hombre que resultaba tranquilizador, era grave pero melodiosa y agradable. Rondaría los 50 años con el pelo cano y largo sujeto en una coleta. Si no fuese por el miedo que tenía y la mugre, Sandra lo habría encontrado atractivo. Poco a poco se fue calmando y sintió que la angustia dejaba de atenazar su corazón.
- Déjame que te cuente una historia, así te relajaras y olvidaras el mal trago de antes.
Sonrió y aquella sonrisa iluminó el alma de la chica que asintió como una niña pequeña a la que le preguntan si quiere escuchar un cuento. El hombre se aclaró la garganta y comenzó.
"Voy a contarte una trágica historia, una historia de tiempos en los que los hombres ni siquiera recorrían la Tierra. Hace muchos siglos, este mundo estaba poblado por dos facciones irreconciliables que lucharon sin descanso durante miles de años. Unos eran seguidores de la luz, amantes de la vida y de la justicia, vosotros habéis recibido su deformado recuerdo bajo la denominación de ángeles. Los otros, como tu mirada delata, ya imaginarás que eran su contrario, sirvientes de la oscuridad y la vileza, recordados en estos tiempos como demonios.
Era una guerra vacua, pues ninguno de los dos bandos tenía una ventaja clara sobre el otro. Hasta que entró en escena el factor que podía desequilibrar la balanza. A través de inmensos portales una civilización venida de otras realidades llegó a este mundo e inmediatamente fue abordada por enviados de ambos bandos para intentar ganar a los recién llegados para su causa. Tras escuchar a los embajadores, los dirigentes de este pueblo que se hacían llamar Un-mann llegaron a la conclusión de que el bando de las tinieblas era enemigo de todo lo vivo y, por extensión, su enemigo.
La fuerzas combinadas de la luz y de los Un-mann comenzaron a derrotar a la oscuridad en todos los frentes, y en primera línea de batalla estaban siempre los Moloqai, los mejores guerreros de la luz. Sus alas, a diferencia de las del resto de sus hermanos, estaban compuestas de pura luz y pocos podían enfrentárseles en el campo de batalla.
Pero la oscuridad aún tenía una última carta que jugar, buscó al más débil y vanidoso entre los Moloqai y llenó sus oídos de alabanzas y mentiras sobre sus hermanos. Este miserable, cuyo nombre se olvidó hace mucho, convocó a todos los suyos a una asamblea, algo normal entre los Moloqai pues su número era relativamente reducido, y una vez allí fueron atacados y masacrados por las fuerzas de la sombra. Como recompensa, el traidor fue convertido en un poderoso ser de oscuridad que como una burla a la memoria de sus hermanos tomó el nombre de Moloch.
Sólo uno de los Moloqai había sobrevivido, ya que se encontraba el día de la asamblea fatídica en medio de una importante batalla que no pudo abandonar. Al oír las noticias de la traición de Moloch, este superviviente quiso ir a buscar al traidor pero entonces algo cambió para siempre este mundo. Los Un-Mann, entendiendo que la caída de los Moloqai estancaría de nuevo la guerra en una lucha eterna, utilizaron sus conocimientos sobre el viaje entre mundos para separar este en tres. La Tierra quedó entre los otros dos, sirviendo como nexo y hogar de los Un-Mann, otro lo conocéis como el Cielo y es el hogar de las fuerzas de la luz y por último en lo que denomináis Infierno habitan los servidores de las tinieblas.
Existen portales que el que sepa puede utilizar para viajar de un mundo a otro y así la guerra ha continuado, pero de una forma discreta y sutil, hasta el día de hoy. Pero recientemente se ha descubierto que las almas de los Moloqai sobrevivieron a su asesinato, quedando atrapadas en este mundo, aletargadas en el interior de algunos Un-Mann y después en sus descendientes, los humanos."
Sandra escuchaba absorta, sabiendo de alguna forma que aquello no era la fantasía de un demente o un cuento ficticio. El hombre permaneció unos segundos con la mirada perdida y después la miró intensamente.
- Ahora solo nos queda descubrir cómo despertar esa alma.
De pronto entendió lo que quería decir aquel misterioso hombre.
- Pero yo no.. yo no soy... yo no puedo ser...
- Oh, claro que si, créeme cuando te digo que no me equivoco en esto.
El hombre se levantó de la caja en la que se había sentado y al hacerlo Sandra notó algo extraño en sus ojos, sus pupilas ya no eran negras, sino doradas.
- Llevo demasiado tiempo solo.
Sandra dio un respingo cuando dos enormes alas de luz surgieron en la espalda del supuesto mendigo.
miércoles, 12 de marzo de 2008
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4 comentarios:
me gusta, sobre todo el final.
:) me gusta, pero el cuento que le cuenta el mendigo a Sandra... se parece al argumento de una peli que vi que no me acuerdo cual es, pero aún así, me gusta:)
Beso y abrazos varios
este relato si que me ha gustado, pero...era necesario darle un garrotazo a la pobrecita niña indefensa?? :P
torchia, me alegro de que te guste
naru, las historias que leo, veo u oigo y me gustan se me quedan ahí y a muchas veces se filtran en mis cuentos, aunqeu esta en concreto no la sitúo :)
laura, si, era totalmente necesario. Quizá algun dia se vea que no es tan niña ni tan indefensa jijiji
Besos y gracias por los comentarios :)
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