La destartalada puerta se abrió enviando sin ceremonias a un borracho sobre una mesa cercana. Una figura atravesó el umbral sin prestar atención a la trifulca que su entrada había provocado en el local. Recorrió la gran sala con la vista y finalmente se dirigió directamente hacia una pequeña mesa ocupada por un solo hombre de aspecto taciturno.
- Buenas noches, ¿bebéis solo?
El hombre, con una amenaza pintada en cada facción de su rostro levantó la mirada hacia el recién llegado y vio a un joven delgado cubierto con un viejo abrigo y un sombrero de ala ancha que le ensombrecía el rostro. Escupió antes de hablar entre dientes, con los ojos rebosantes de ira mal contenida.
- Quizá si te metes en tus asuntos y desapareces de esta ciudad ahora mismo, no haga que tú no vuelvas a beber, solo quizá.
El joven ni siquiera pestañeó ante las palabras del su amenazador interlocutor, lo que contribuyó a aumentar la ira de éste último que con un rápido gesto empezó a levantarse llevándose la mano hacia el costado. O mejor dicho, intentó hacerlo, porque en lo que dura un parpadeo el joven había hecho surgir dos cuchillos como por arte de magia, clavando con uno de ellos la manga del sorprendido hombre a la mesa y colocando el otro sobre su cuello.
- Mis palabras eran sólo una cortés invitación para que bebamos juntos, por favor, sentaos.
Sin apartar la mirada de los ojos del otro, ambos hombres se sentaron. Con unos hipnóticos giros ambos cuchillos desaparecieron en las mangas del joven, que ahora sonreía.
- Así mucho mejor, esperaba que hubiésemos podido hablar sin tener que llegar a estos extremos, pero qué se le va a hacer. Bien, quería hablar con vos sobre una mercancía muy muy especial de la que he oído maravillas.
El rostro del asustado maleante se relajó visiblemente, dejando incluso escapar un suspiro de alivio.
- ¡Ah! Era eso lo que buscáis. Jajaja, ¡¡Haberlo dicho antes hombre!!
Con una sonrisa tensa tallada en el rostro, rebuscó en sus bolsillos. Temblando, depositó sobre la mesa una pequeña ampolla de cristal llena de una sustancia viscosa de vivos colores.
- Esto es lo que buscáis. Sus efectos son sorprendentes, aunque no es barato. Sin embargo, os aseguro que una sola gota de este elixir hará del artista más inútil un genio... por un tiempo limitado, claro.
El joven, que no había dejado de mirar fijamente el frasquito, metió la mano en uno de sus bolsillos y extrajo un puñado de gemas de múltiples colores.
- Espero que esto sea suficiente.
Sorprendido, el traficante empujó la ampolla hacia el joven y recogió las gemas con codicia, mirando alguna de cerca para comprobar su calidad.
- Jejeje, en un par de días tendré más, por si os int..
- No, con esto tengo de sobra.
Sin decir nada más, se levantó y salió del hediondo local. En la fría noche miró el pequeño frasco que sostenía en la mano mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. Cerró el puño y ya solo quedaba determinación en su rostro. En unos rápidos pasos había desaparecido en la oscuridad.
4 comentarios:
Y... Jooooooo cuenta algo más...
¡MALDITA SEA! como odio que me dejen a medias una historia, esperaré impaciente a que la continues.
Un abrazo
Continuará... que bonito final!:P jejeje.
Jo! venga, vamos, que queremos la segunda parte!!!
Un besito y abrazo:)
Jejeje, me alegro de que la historia os guste. Ya tengo pensada la continuación, así que en breve podreis llerla aqui mismo :)
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