Dormía, y en sueños comenzó a imaginar.
Imaginaba, y en sus fantasías echó a volar.
Volaba, y en su ascenso llegó ante una puerta.
Una puerta hecha de quizás y jirones de posibilidades, sin ninguna cerradura ni manilla.
Se acercó a la puerta y estaba bajando unas escaleras empinadas que descendían en círculos.
Cuando llegó arriba se encontró en una sala llena de pompas de jabón, cada una con una imagen en su interior.
Miró las imágenes probando su sabor y vio que dentro de cada espejo había un final
Finales posibles, finales que nadie había escrito, pero que sí se habían imaginado.
Olió, y en cada imagen leyó una posibilidad.
Un hombre vestido de colores con una carta rota.
Un dragón que caía entre las nubes.
Un niño recogiendo un juguete.
Tantos sueños sin dueño, tantos recuerdos sin vivir, tantas historias sin contar.
Una lágrima resbaló por su mejilla al tocar una imagen que se convirtió en humo.
Despertó, sobresaltada en la oscuridad de su habitación. Su madre entró, arropándola y dándole un beso en la frente. Cerró la puerta, sin dejar de preguntarse como se habría manchado la niña la mano de pintura de colores.
lunes, 18 de febrero de 2008
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2 comentarios:
wau que historia más májica. Me ha hecho volver a soñar.
Un beso
Jo!! he vuelto a leer el cuento... y me hace soñar a mi también, además según lo leo... nu se, me suena todo:)
Un beso
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