Redondeada y suave, la cara de la joven tocó la horrible espada.
El curvo y frío filo del arma serpenteaba desde la empuñadura apresada entre metal.
Un guantelete, laminado y oscuro, sujetaba firme las dudas del hombre.
Pese a su determinación, sudor perlaba su angulosa y curtida cara, encontrandose sus ojos.
En unos el pecado, en otros el reproche, amor en ambos.
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1 comentario:
:O
No sabía que eras poeta...
(disfruto)
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