miércoles, 27 de febrero de 2008

Habitación 042

042, cero cuatro dos.

La habitación del Sanatorio de Santa Brígida que ocupaba Lucio Castillo Huertas.

Una habitación con las paredes blancas y acolchadas, una cárcel diseñada para proteger al recluso de sí mismo.

La historia del inquilino de la habitación 042, cero cuatro dos, sólo la conocía él mismo, puesto que no tenía familiares ni amigos conocidos.

Si alguien pudiese contar esta historia, contaría que Lucio Castillo Huertas era un joven bastante normal, con una vida gris y normal, un trabajo normal en una enorme ciudad, un grupo de amigos normales como el y una novia totalmente normal.

¿Que como puede un planteamiento así desembocar en una estancia permanente en una habitación como la 042, cero cuatro dos?

Esa parte de la historia no la conoce nadie, los mayores cambios comienzan con un pequeño desencadenante.

Lo cierto es que lentamente, Lucio Castillo Huertas comenzó a dormir más bien poco, pasando el día adormilado y con su capacidad de atención más mermada cada día.

Poco a poco, Lucio Castillo Huerta empezó a mezclar ensoñaciones con su vida real, hablando con interlocutores que no estaban allí o respondiendo a preguntas no pronunciadas.

La normalidad de su vida se fue escapando gota a gota, siguiendo a los amigos que le dieron la espalda, la novia que le abandonó o el trabajo del que fue despedido.

Así que un día, y por su propio bienestar, Lucio Castillo Huertas fue internado en el Sanatorio de Santa Brígida, donde la luz de su razón se apagó progresivamente, terminando en un estado permanente de catatonia.

Y allí estaba, tumbado en la cama de la habitación 042, cero cuatro dos, con la mirada fija en el techo el enfermo mental Lucio Castillo Huertas.

Había (donde ó cuando no importa) un sabio príncipe de un hermoso reino, que llevaba una vida maravillosa, rodeado de amigos fantásticos y que contaba estrellas en los brazos de su alma gemela.

Lo único que empañaba la vida del sabio príncipe era la pesadilla recurrente de encontrarse totalmente inmóvil contemplando tumbado el techo de una habitación blanca.

No escucharemos hoy la historia de como lo logró, pero un día el sabio príncipe consiguió librarse de aquella horrible pesadilla.

A las 18:40 horas del día 27 de Febrero de 2008, se certificaba la muerte, por causas desconocidas, de Lucio Castillo Huertas, interno del Sanatorio de Santa Brígida en la cama de su habitación, la 042.

El doctor no juzgó relevante reflejar en su informe que el difunto lucía una enorme sonrisa.

martes, 26 de febrero de 2008

Soberbia

Érase una vez un noble muy muy rico al que le encantaba contemplarse en un espejo, y la verdad es que era muy bello. Pero hacía tiempo que ya no era feliz, se había dado cuenta de que no sería bello eternamente, de que cuando empezase a envejecer su negro cabello se volvería gris, su perfecto rostro se plagaría de arrugas y el brillo de sus verdes ojos se apagaría.

Angustiado por estos pensamientos, anunció que al artista que consiguiese retratar su belleza de forma perfecta lo cubriría de riquezas inimaginables. Durante meses, decenas de pintores, escultores e incluso poetas probaron suerte, resultando todos ellos expulsados de la mansión del enfurecido noble al no conseguir reflejar la perfecta imagen que éste tenía de sí mismo.

Había pasado un año y ya no llegaban nuevos artistas para retratar al noble. Desesperado, pasaba el día llorando su desgracia y la noche maldiciendo y suplicando a Dios y Diablo un milagro. Tan angustiado estaba por su desgracia que incluso había dejado de contemplarse en los espejos, temeroso de encontrar una cana o arruga anunciando el principio de su debacle.

Una noche, alguien llamó al enorme portalón de la mansión. En su estado casi demente, el noble bajó corriendo y abrió el mismo la puerta, encontrándose en ella a un hombre de aspecto juvenil y alegre que se le presentó como Reginaldo, afamado pintor venido de lejanas tierras, y declaró su intención de retratar a tan apuesto caballero.

El noble, desesperado por inmortalizar su belleza, invitó a pasar al pintor y pidió empezar en ese mismo momento. El artista preparó sus herramientas y el lienzo que le trajo un somnoliento mayordomo y, cuando el noble estuvo vestido en condiciones, se dispuso a comenzar.

Pasó toda la noche trabajando, pintando a una velocidad frenética, con la ansiedad del noble creciendo más y más. Con los primeros rayos del amanecer, el pintor se apartó del lienzo y admiró su obra.

- He terminado.

El noble se abalanzó sobre el lienzo, deseoso de contemplarse inmortalizado en toda su hermosura. Sin embargo cuando miró hacia el cuadro el ser que le devolvió la mirada hizo que la sangre se helase en sus venas. Era un hombre demacrado, con grandes ojeras, una melena enmarañada de color ceniza y los ojos enrojecidos e hinchados.

- ¿Que clase de insulto es este, miserable? - Grito hacia el artista mientras desenvainaba una espada de una de las panoplias de la pared - PAGARÁS ESTA AFRENTA.

Cuando se abalanzaba hacia el pintor, éste se apartó descubriendo el espejo de cuerpo entero que tenia detrás de el.

- Esto es sólo lo que tú te has buscado por tu soberbia.

El noble se quedó sin aliento al contemplar cuan fiel era el retrato que le acababan de hacer. Su rostro se contrajo en una máscara de furia, empeorando aún más su deforme aspecto. Se oyó un grito desgarrado y varios sirvientes entraron en el salón, donde encontraron al joven pintor que les entregó un detallado retrato de su señor

- Sirva este retrato para recordar a los habitantes de esta casa que es mejor disfrutar de la belleza que malgastarla tratando de que dure para siempre.

Recogieron el cuadro y solo entonces se percataron de que su señor yacía frente a un espejo, empuñando una espada que le atravesaba el corazón y de que el joven había desaparecido.

lunes, 25 de febrero de 2008

Cumpleaaaaaños feeeeeliz...

El Sábado, este blog cumplió un añito :P Tenia pensado publicar algun cuentecillo hoy para celebrarlo, pero estoy seco de inspiración, así que habra que conformarse con una actualización con links a nuevos blogs.

Ale

jueves, 21 de febrero de 2008

Sueños

Hoy he soñado,
y en mis sueños volaba lejos
dejando las preocupaciones en el suelo

Hoy he soñado,
y en sueños he encontrado
felicidad y consuelo

Hoy he soñado,
y soñando sentí mi corazón
latir y reir de nuevo

Hoy he soñado,
pero ya no recuerdo
cómo conseguía volar, libre, como el viento

La vida no es más que otro sueño...

lunes, 18 de febrero de 2008

El gatito feo

En un solar abandonado vivían varias docenas de gatos, pero de entre todos ellos uno destacaba, para su desgracia.

Su aspecto era bastante normal, con un pelaje de un marrón indefinido, orejas, hocico y patas como los de los demás. Pero algo hacía destacar a ese gato a simple vista, y ese algo era la longitud de su cuerpo, era una especie de perro salchicha pero en gato.

Los demás gatos solían meterse con el por su aspecto y porque su longitud adicional le hacía más torpe. Pero además de más largo era también más grande que la mayoría de gatitos de su edad, así que cuando se burlaban de él lo hacían a distancia para aprovechar su mayor agilidad y velocidad.

Durante su primera primavera de vida, dos pequeños bultos comenzaron a agrandarse en su cabeza, justo detrás de sus ojos a la altura de las orejas. Con esta rareza llegaron más burlas, así que el gatito se pasaba el día solo, evitando a los demás gatos.

Poco después, en otoño de aquel mismo año, el pelo comenzó a caérsele. Los gatos más acianos le revisaron y debajo de un mechón recién caído vieron preocupados que la piel tenia un tono extraño, cercano al dorado y decidieron expulsarle de su territorio por si estaba enfermo.

El gato, que ya tenía un aspecto peculiar, procuró esconderse en un sucio callejón y se quedó dormido.

Unos ladridos le despertaron y vio como por la entrada del callejón se acercaban tres enormes perros amenazantes, con las mandíbulas llenas de puntiagudos colmillos babeantes. Asustado, corrió hacia la pared del fondo del callejón y trató de escalar soltando más y más matas de pelo. Pero era inútil, sus zapas no eran lo bastante fuertes y su cuerpo desgarbado era demasiado torpe.

Sintió los latidos desenfrenados de su corazón, y haciendo un último esfuerzo, dio un salto más alto de lo que creía poder dar y clavó sus zarpas en la pared. No se paró a pensar en como lo había hecho, de un salto pasó por encima de los perros y comenzó a correr lo más rápido que podía, perdiendo casi todo el pelo en su carrera. Pero eso daba igual, iba mucho más deprisa de lo que creía que podía correr, hasta que se dio cuenta de que no estaba corriendo, tenia las patitas pegadas al cuerpo y surcaba el aire como una serpiente. Asustado se paró y apoyó las patas, pero ese susto se le pasó cuando se vio reflejado en un charco. Ahí en el agua no le devolvía la mirada el feúcho gato de siempre, si no un ser con pequeñas y elegantes escamas doradas y dos pequeños cuernos en la cabeza.

Nunca había visto uno, pero estaba seguro de que le iba a gustar ser un dragón.

Finales posibles

Dormía, y en sueños comenzó a imaginar.

Imaginaba, y en sus fantasías echó a volar.

Volaba, y en su ascenso llegó ante una puerta.

Una puerta hecha de quizás y jirones de posibilidades, sin ninguna cerradura ni manilla.

Se acercó a la puerta y estaba bajando unas escaleras empinadas que descendían en círculos.

Cuando llegó arriba se encontró en una sala llena de pompas de jabón, cada una con una imagen en su interior.

Miró las imágenes probando su sabor y vio que dentro de cada espejo había un final

Finales posibles, finales que nadie había escrito, pero que sí se habían imaginado.

Olió, y en cada imagen leyó una posibilidad.

Un hombre vestido de colores con una carta rota.

Un dragón que caía entre las nubes.

Un niño recogiendo un juguete.

Tantos sueños sin dueño, tantos recuerdos sin vivir, tantas historias sin contar.

Una lágrima resbaló por su mejilla al tocar una imagen que se convirtió en humo.

Despertó, sobresaltada en la oscuridad de su habitación. Su madre entró, arropándola y dándole un beso en la frente. Cerró la puerta, sin dejar de preguntarse como se habría manchado la niña la mano de pintura de colores.

jueves, 14 de febrero de 2008

Nanny

Algunos se referían a aquel grupo de calles viejas y malolientes como los Barrancales, aunque lo cierto es que la mayoría de la gente evitaba hacer referencia a ese gueto de deshechos sociales. Era también ese laberinto de escombros y desilusiones el hogar de un grupo de niños huérfanos, abandonados o huidos que merodeaban como una manada los límites de su humilde feudo.

Todos los niños de ese grupo sabían que no estaban solos, una joven de veintipocos años solía actuar como guía del grupo, curando a los heridos, consolando a los melancólicos y haciéndoles reír o dormir con sus historias. Para todos ellos era como una madre, una amiga que ofrecía consuelo, consejo y protección. Sin embargo, cada uno de ellos la describía con un aspecto diferente, pelirroja y con ojos verdes, rubios rizos y mirada gris, cabellos negros y trozos de cielo en los ojos... Cada descripción era diferente, pero el nombre siempre era el mismo: Nanny.

Un reputado sociólogo quiso en una ocasión averiguar el misterio de la joven conocida como Nanny la de los Barrancales, para lo que estudió al grupo de niños y los entrevistó uno por uno. Para concluir su estudio consiguió localizar a Ramón, el único del grupo de niños de los Barrancales que había llegado a la edad adulta, convertido en chatarrero y, probablemente, delincuente. El sociólogo notó que cuando sacó el tema de la misteriosa joven el rostro curtido y malcarado de ramón se iluminaba levemente y a la vez parecía mucho más cansado y triste. Para tratar de consolarlo le expuso sus conclusiones.

- Después de estar investigando y entrevistándoos a todos, he llegado a la conclusión de que la tal Nanny no es más que una leyenda urbana, un producto más de la imaginación de la gente.

Ramón le miró con gesto sorprendido, casi ofendido y le contestó con voz seca y rasposa.

- ¿Y pa eso ha necisitado usté un estudio desos? ¿Ende verdá creia usté que la Nanny esiste?

La confusión del sociólogo era evidente.

- Yo... creía que los niños de los barrancales habían creado la figura de esa chica para protegerse o reírse de los que no pertenecen a su grupo.

- Jajaja. ¿Sabe usté cuantos demis amigos disaparecieron una noche sin más, o nus los encontramos muertos de frio por la mañana? ¿eh? ¿lo sabe?

El doctor negó con la cabeza

- ¡TOS!, TOS MUERTOS, el yonatan, el keko, la mirian, el tini, TOS. Pero siempre se podia ir a ver a la Nanny, a llorar o a maldecir esta mierda de via... Era la única que siempre estaba, que nunca desaparecía, ¿ma entiende usté?

El semblante del sociólogo aún conservaba algún rastro de concusión, pero empezaba a entender todo el asunto

- Así que Nanny no es más que una proyección de la protección del grupo, un papel que desempeñabais todos, sustituyendo a los que iban desapareciendo con el apoyo de un personaje de ficción que siempre estaba allí... Interesante

- No tengo ni puta idea de que ice usté, yo solo se que siempre andaba allín cuando la nicisitabas...

Un sollozo cortó las palabras de Ramón mientras los ojos se le humedecían. El doctor quedó impactado al ver a un hombre así llorar por el recuerdo de un ser imaginario.

- ¿Que..?

- ¿NO ES USTÉ TAN LISTO? ¿NO SA DAO CUENTA DE PORQUE ME FUI?

Ahora el hombre ya lloraba sin contenerse, sollozando ruidosamente y sorbiéndose los mocos.

- Pues supongo que porque ya eras un adulto y ya no necesitabas al grupo para cubrir tus necesidades...

Ramón se limpió las lagrimas con su mugrienta manga, con los ojos hinchados y la barbilla temblando miró al doctor a la cara.

- Usté es gelipollas, me fuí porque ya no podía aguantá eso, me fuí porque un día fui a buscar a la Nanny... y ya no estaba.

Dia de los enamorados... o algo

Personalmente esta fecha tan señalada me parece un invento para vender ñoñerias y parafernalia que no se venderia normalmente. Pero bueno, para gustos los colores, así que aqui teneis el video de una canción de y sobre el amor bastante distinta de lo habitual...


lunes, 11 de febrero de 2008

Pescando colores

Érase una vez un claro de un bosque donde muchas hadas pequeñas, de apenas cinco años de edad, jugaban y reían mientras un hada mayor, de pelo castaño muy rizado y alas de mariposa, les explicaba cosas sobre el bosque en el que vivían.

Una mañana, mientras todos escuchaban cómo hacerse un sombrero con una flor, David, una pequeña hada muy revoltosa, vio una mosca grande y verde que pasaba volando por el límite del claro y, sin que nadie le viese, fue detrás de ella para ver donde iba.

Por suerte la mosca no era muy rápida, porque David aún era pequeño y sus alitas no le permitían ir muy deprisa. Siguiendo a la mosca encontró una charca en la que estaba pescando un duende de color morado con unas enormes orejotas y un gorro de dormir naranja.

- ¿Que haces?- Pregunto la pequeña hada.

- Estoy pescando, pescando estoy - Respondió el duendecillo con una voz parecida al chirrido de una tiza en la pizarra.

David se acercó un poco más y miró curioso el agua, que era de muchos colores

- ¿Y que estás pescando?

- Estoy pescando colores, colores pescando estoy

- ¿Colores? ¿Peces de colores?

El duende miró a David con cara de no entenderle

- Pesco colores, colores pesco. Sólo colores, colores solo

La pequeña hada iba a decirle que eso era imposible, que los colores no se pueden pescar cuando el duendecillo comenzó a saltar nervioso sujetando con fuerza su caña.

- ¡Ha picado uno! ¡Uno ha picado!

De un fuerte tirón sacó la caña del agua con una burbuja de color morado en su extremo. David no se lo podía creer ¡había pescado un color morado! Pero el duende puso cara de tristeza.

- Morado ya tengo, tengo ya morado - Miró a David y le ofreció la burbuja - Toma, un regalo, un regalo toma.

Con los ojos como platos cogió la burbuja morada y empezó a volar a toda prisa para enseñársela a sus amigos. Tan contento iba que no vio a la mosca que había estado siguiendo antes y se chocaron en el aire.

¡¡¡CHOFFF!!!

Un poco mareado por el golpe, David miró alrededor y vio alejarse a la mosca, que ahora era de color morado, a toda velocidad. Se iba a reír cuando se dio cuenta de que sus manos y brazos también eran morados, todo el era morado.

Voló todo lo deprisa que pudo hacia el claro y cuando llegó todos sus compañeros empezaron a reírse al verle así. La profesora sonrió y pidiendo silencio les dijo a todos.

- Bien, eso es todo por hoy. Mañana David nos enseñará a pescar colores, a ver si entre todos encontramos uno que le quede mejor.

sábado, 9 de febrero de 2008

Segundo encuentro (Final)

Llevaba dos días vigilando la destartalada casa que servía de guarida al traficante que le vendió la sustancia multicolor, Dothar, se llamaba. Había podido verle salir y entrar muchas veces, y también a otra docena de hombres de tan mala catadura como el que debía ser su jefe.

No le costaba espiarles, ahora que había recuperado parte de su inspiración era capaz de hacerse pasar casi por cualquiera. Y eso hacia en este mismo momento, acercándose a la puerta del cubil de Dothar con toda tranquilidad, con el aspecto de uno de sus secuaces que había demostrado una especial debilidad por el vino peleón, y que ahora mismo estaba durmiendo la enorme borrachera que él le había financiado.

El hombre que estaba apostado en la puerta, igual de malcarado y desagradable que el resto le dejó pasar no sin antes gritarle y amenazar con partirle las narices por los andares de borracho que exhibía. Una vez dentro se dirigió discretamente hacia un lugar apartado, debajo de las destartaladas escaleras que conducían al la planta superior. Necesitaba acceder al sótano, pero la puerta que llevaba a el estaba fuertemente vigilada y solo Dothar podría franquearla. Había pensado en la posibilidad de disfrazarse del jefe de la banda, pero no le gustaban los planes con cabos sueltos, y ahora mismo no sabía donde se encontraba el traficante.

Clavó rodilla en tierra y miró su palma derecha, el pequeño frasco de irisado líquido parecía brillar en la penumbra de aquel mugriento rincón. No, no parecía, se corrigió, realmente brillaba. Con un suspiro aplastó el frasquito en su puño, sintiendo la punzada de los cristales. Volvió a abrir la mano donde ahora el elixir de colores se mezclaba con su propia sangre. Rápidamente, pues sabía que no duraría mucho, mojó dos dedos de su mano izquierda en la mezcla y con un familiar sentimiento de claridad comenzó a trazar con decisión sobre el sucio suelo lo que en pocos segundos se convirtió en una trampilla de aspecto casi real.

Sonrió con cierta tristeza, casi real se dijo. Apartó la melancolía de su mente y tiró con fuerza de la argolla de la trampilla, que se abrió pesadamente mostrando la mortecina claridad del sótano. Con un ágil salto entró sin hacer ningún ruido y rápidamente comenzó a registrar la colección de maravillas y atrocidades de Dothar.

Por fin, sobre una sucia mesa de trabajo la encontró. Estaba sujeta a un pequeño arnés y lentas gotas de colores que manaban de cortes en sus muñecas caían a un recipiente situado debajo de ella. Desterró las lágrimas que acudieron a sus ojos al ver así a una de sus pequeñas, con manos temblorosas aflojó sus ataduras y la colocó sobre la palma de su mano.

- ¿Que te han hecho? ¿Que puedo hacer para...?

La pequeña fata abrió sus almendrados ojos color cielo y sonrió levemente para convertirse inmediatamente en una ligera neblina multicolor que se desvaneció con el leve soplo de su respiración.

Estaba aturdido, no sabía que hacer. Miraba su mano vacía con una expresión a medio camino entre la tristeza y el terror cuando un pequeño golpe le devolvió a la realidad. Miró hacia la mesa buscando la fuente, en una botella grande, un pequeño ser de aspecto grotesco golpeaba el cristal en su dirección. Lo reconoció como un duende de tinta, algo bastante común en el laboratorio de un traficante, pero este tenía un aire especial. La sustancia viscosa que cubría el cuerpecillo del duende no era del color de alguna tinta, como solía ser habitual, este exudaba un fluido multicolor. Eso y los ojos almendrados color celeste del duendecillo casi paran el corazón del joven, ese bastardo de Dothar había estado dándole la sangre de la pobre musa al duende, torturando a ambos para multiplicar sus beneficios. Sin dudar, extendió la mano hacia la tapa de la botella y la abrió, el pequeño ser saltó a su mano izquierda y le miró a los ojos un segundo antes de fundirse a través de su desgastado guante.

Dothar entró en su laboratorio y vio al joven de espaldas inclinado sobre la mesa donde tenía u recurso más rentable.

- Vaya, vaya, vaya, que tenemos aquí, un ladrón que es hombre muerto y no parece saberlo.

El joven ni siquiera se movió.

- ¿Crees que tus cuchillitos y tus trucos podrán sacarte de esta?

Varios de los hombres del traficante habían bajado también al sótano y empuñaban al igual que su jefe una pléyade de armas. El intruso se dio la vuelta y Dothar se dio cuenta de que el guante que le cubría tanto la mano como el antebrazo izquierdos era ahora de múltiples y vivos colores.

- Creo, mi muy estimado bastardo desalmado, que hoy aprenderás un par de cosillas, una es que las musas no pueden morir, sólo se ausentan temporalmente o...

Miró significativamente el guante multicolor

- ... cambian, la segunda y quizá más importante para tu miserable existencia, es que conozco “trucos” nuevos.

Con unos rápidos gestos dibujó una gran cantidad de llamas sobre las estanterías del laboratorio que parecían casi reales...

jueves, 7 de febrero de 2008

Segundo encuentro (Primera parte)

La taberna era un sitio lóbrego y maloliente, el fuego de la enorme chimenea y los numerosos parroquianos que abarrotaban el local hacían que el ambiente en aquel lugar fuese aún más asfixiante. El suelo, de madera de aspecto aceitoso y mugriento estaba lleno de todo tipo de desperdicios, incluyendo los que habían bebido hasta perder la verticalidad.

La destartalada puerta se abrió enviando sin ceremonias a un borracho sobre una mesa cercana. Una figura atravesó el umbral sin prestar atención a la trifulca que su entrada había provocado en el local. Recorrió la gran sala con la vista y finalmente se dirigió directamente hacia una pequeña mesa ocupada por un solo hombre de aspecto taciturno.

- Buenas noches, ¿bebéis solo?

El hombre, con una amenaza pintada en cada facción de su rostro levantó la mirada hacia el recién llegado y vio a un joven delgado cubierto con un viejo abrigo y un sombrero de ala ancha que le ensombrecía el rostro. Escupió antes de hablar entre dientes, con los ojos rebosantes de ira mal contenida.

- Quizá si te metes en tus asuntos y desapareces de esta ciudad ahora mismo, no haga que tú no vuelvas a beber, solo quizá.

El joven ni siquiera pestañeó ante las palabras del su amenazador interlocutor, lo que contribuyó a aumentar la ira de éste último que con un rápido gesto empezó a levantarse llevándose la mano hacia el costado. O mejor dicho, intentó hacerlo, porque en lo que dura un parpadeo el joven había hecho surgir dos cuchillos como por arte de magia, clavando con uno de ellos la manga del sorprendido hombre a la mesa y colocando el otro sobre su cuello.

- Mis palabras eran sólo una cortés invitación para que bebamos juntos, por favor, sentaos.

Sin apartar la mirada de los ojos del otro, ambos hombres se sentaron. Con unos hipnóticos giros ambos cuchillos desaparecieron en las mangas del joven, que ahora sonreía.

- Así mucho mejor, esperaba que hubiésemos podido hablar sin tener que llegar a estos extremos, pero qué se le va a hacer. Bien, quería hablar con vos sobre una mercancía muy muy especial de la que he oído maravillas.

El rostro del asustado maleante se relajó visiblemente, dejando incluso escapar un suspiro de alivio.

- ¡Ah! Era eso lo que buscáis. Jajaja, ¡¡Haberlo dicho antes hombre!!

Con una sonrisa tensa tallada en el rostro, rebuscó en sus bolsillos. Temblando, depositó sobre la mesa una pequeña ampolla de cristal llena de una sustancia viscosa de vivos colores.

- Esto es lo que buscáis. Sus efectos son sorprendentes, aunque no es barato. Sin embargo, os aseguro que una sola gota de este elixir hará del artista más inútil un genio... por un tiempo limitado, claro.

El joven, que no había dejado de mirar fijamente el frasquito, metió la mano en uno de sus bolsillos y extrajo un puñado de gemas de múltiples colores.

- Espero que esto sea suficiente.

Sorprendido, el traficante empujó la ampolla hacia el joven y recogió las gemas con codicia, mirando alguna de cerca para comprobar su calidad.

- Jejeje, en un par de días tendré más, por si os int..

- No, con esto tengo de sobra.

Sin decir nada más, se levantó y salió del hediondo local. En la fría noche miró el pequeño frasco que sostenía en la mano mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. Cerró el puño y ya solo quedaba determinación en su rostro. En unos rápidos pasos había desaparecido en la oscuridad.

Continuará...

martes, 5 de febrero de 2008

La cura

Yacían con sus cuerpos juntos, fundidos en un abrazo. No decían nada porque no hacía falta.

Pasó la mano por la enorme cicatriz q recorría la parte izquierda de su pecho.

- ¿Por que lo hiciste?

Un pesado suspiro dejó claro que hacia rato que esperaba esa pregunta.

- Dolía demasiado, me cansé de los mares de lágrimas, de las desilusiones, de las decisiones tomadas contra la lógica...

- ¿Y la parte buena? La alegría desbordante, la pasión abrasadora, el amor...

No necesitaba ver sus ojos, el brillo de alegría que tenían se podía palpar, saborear, sentir... Se revolvió con incomodidad.

- No lo entiendes, eres demasiado joven - Besó su frente con suavidad - Todos esos sentimientos son maravillosos en el momento, pero a la larga no traen más que dolor y pesar.

Apretó sus brazos con más fuerza

- Quizá eres tu quien necesita un nuevo punto de vista. Tienes miedo de tus sentimientos porque lo pasaste muy mal, pero no te das cuenta de que lo único que puede curar ese daño son más sentimientos...

Quiso rebatir esa absurda teoría, gritar que era una estupidez, que así estaba mejor. Pero no podía. Un dolor creciente comenzó a extenderse por su cicatriz. Notó como, con mucha suavidad, besaba la vieja herida.

- Te quiero

La confusión se apoderó de su mente, pero cuando de verdad sintió vértigo fue cuando en el fondo de su pecho sintió algo que ya había olvidado.

Un latido.

lunes, 4 de febrero de 2008

Chinchetas en el aire

Habia puesto el video anterior y en los videos relacionados he visto este otro, homenaje a Migue, el que era el cantante del grupo, que murio con 21 años (por lo que mueren los músicos jovenes). La ultima secuencia, de él alejandose de los otros dos queda... no se, tan propia...

Pirata del Estrecho