miércoles, 3 de septiembre de 2008

Burocracia

Capítulos anteriores:
Primer día
Primer día (continuación)
Muertos que caminan

- Hola de nuevo, hijo, ¿que tal?

Alberto observó con detenimiento a Emeterus, al que no había vuelto a ver desde el día que entró en la agencia. Suponía que tarde o temprano su propensión a desobedecer las órdenes de sus superiores le acabaría causando problemas serios, y este debía ser ese momento.

Bueno, por lo que dicen de ti tus superiores, veo que tienes dificultades para cumplir órdenes. ¿algo que alegar en tu defensa?

- ¿El hecho de que todas esas órdenes provengan de individuos totalmente inútiles sirve como argumento?

- Si lo desarrollas un poco más, quizá...

- Veamos, he participado en una docena de misiones de campo. En todas ellas el jefe del equipo era un individuo con una capacidad nula para el liderazgo, la estrategia y abrir la boca sin soltar estupideces por ella. Si aquellas misiones llegaron a buen término fue porque yo o algún otro miembro del equipo actuamos sin hacer caso al inútil que supuestamente nos dirigía.

- Así que cuestionas mi capacidad para elegir quien lidera los equipos.

- Cuestiono la capacidad para dirigir equipos de los agentes que usted selecciona para ese fin, señor.

- Ja ja ja – Emeterus se puso en pie y caminó por su despacho, deteniendose delante de un tapiz que aparentaba ser tremendamente antiguo – Verás, a veces es necesario enfrentar a las personas a situaciones absurdas para comprobar si serían capaces de sobrevivir a ellas.

- ¿Insinúa que su elección de los agentes más incapaces como líderes de grupo es totalemte intencionada?

Emeterus se mesó su espesa barba y se giró hacia Alberto, su expesión indicaba que estaba pensando como enfocar sus siguientes palabras.

- Digamos que el método de actuación que has seguido hasta ahora satisface al Gobierno, y además sirve como criba para comprobar cuales de los reclutas de la agencia merecen realmente la pena. - Alberto se removió en su sitio y Emeterus alzó la mano en un gesto conciliador, adivinando el motivo de su inquietud – No, no creas que lo que has hecho hasta ahora, ni los compañeros que has perdido han sido en vano. Tus misiones hasta ahora han sido reales, pero digamos que los agentes que pasan la criba se dedican a tareas mas... delicadas.

- ¿Así que voy a ser ascendido a una unidad dedicada a misiones de mayor importancia?

- ¿Ascendido? Ja ja ja. Agente, por su contínuo desprecio a la cadena de mando y su comportamiento indisciplinado, queda usted relegado de sus funciones y destinado a realizar tareas administrativas hasta nueva orden.

La cara de Alberto se contrajo en una mueca de sorpresa, con la mirada clavada en el inexpresivo semblante de Emeterus.

- Reginald, ¿serías tan amable de acompañar al caballero a su nuevo destino?

El apuesto y siempre sonriente ayudante de Emeterus pareció materializarse de la nada y se acercó hacia Alberto.

- Hay un coche esperándonos, sígueme por favor.

Subieron un par de plantas hasta el garaje, que comunicaba con el aparcamiento subterraneo del edificio que servía como tapadera a las dependencias de la agencia. Allí una furgoneta les esperaba con el motor en marcha. Mientras subían Reginald señaló hacia la parte trasera del vehículo.

- Utilizaremos este medio de transporte por las especiales necesidades de su nuevo compañero, Germán. Germán, este es Alberto.

Sentado en la caja de la furgoneta se encontraba un hombre de unos dos metros de alto, con unos rasgos de aspecto rugoso y pelo semejante a hierba.

- Hola.

A Alberto le dió un escalofrío, la voz de aquel ser era rasposa y profunda. Reginald empujó suevemente al sorprendido agente para que terminase de entrar. Cuando todos estuvieron sentados la furgoneta se puso en marcha.

- Bien, una vez hechas las presentaciones os explicare vuestra primera “tarea administrativa” - Reginald sonrió, y Alberto habría jurado que sus ojos habían cambiado de tono por un segundo. - ¿Que sabeis de los Mimos?