Al elfo no le costó imaginar que la intención de los soldados de Alahan no era destruir el nexus, si no reclamarlo para su rey, incluso uno de ellos era un mago. Por supuesto, Silheawë no tenía ninguna intención de permitirlo.
Súbitamente, el capitán Daïkinee comenzó a correr hacia el caserío girando su espada doble mientras el ser que le servía de armadura se ajustaba preparándose para la batalla, al mismo tiempo Ashkarï, un hada con la forma de un enorme escarabajo, se elevó en el aire con un ensordecedor batir de alas. Los Leones parecieron reaccionar de forma un tanto lenta, aparentemente sorprendidos por el ataque de los elfos.
Khiltäne susurró una tenue oración al bosque y su susurro tomó la forma de un pequeño cúmulo de aire con un ser etéreo en su interior. El ánima silvestre miró brevemente al sacerdote Daïkinee y echó a volar con una suave brisa mientras Khiltäne comenzaba a invocar otro de esos seres. A su vez, el mago de Alahan levantó su mano sujetando varias gemas blancas de las que surgió un fogonazo de luz que se concentró en la forma de un pequeño ser alado que también se elevó.
- Humano, este lugar no os pertenece, debe ser destruido.
Como toda respuesta el caballero ejecutó grácil giro con su espada y la clavó en una junta de la armadura del Daïkinee
- Que lo decidan pues las armas, si es lo que deseas
El guerrero escarabajo giró su arma en un complicado molinete y golpeó con ambas hojas en la parte desprotegida de la rodilla del león, éste respondió con una estocada mucho menos elaborada que la anterior, provocando un corte en la cara del elfo.
Los dos guerreros se observaron mientras la herida de la cara de Silheawë se cerraba rápidamente. Estaba claro que hoy no se decidiría quien controlaría el nexus. Sin apartar la vista de sus rivales, ambos grupos se retiraron a sus campamentos.