martes, 30 de junio de 2009

Inocencia

Johnny estaba muerto de miedo. Aún no había cumplido los 16 y apretaba con fuerza el mango de la pistola que le habían dado. Era su primer tiroteo, no conocía al tío de su banda al que iban a vengar, pero esos hijos de puta habían matado a uno de los suyos y eso era razón suficiente.

Esperaron durante una hora agazapados detrás de unos coches a que apareciesen, la idea era pillarlos por sorpresa y coser a tiros a tres de aquellos cabrones que solían pasar por allí. Así que cuando una docena de tíos armados hasta los dientes doblaron la esquina, Johnny ya sabía que no iba a contarlo.

Sin saber muy bien por qué, se incorporó y apuntó como pudo con su temblorosa pistola, mientras el tiempo se detenía a su alrededor. Por el rabillo del ojo le pareció ver una trenza de color azul y apretó el gatillo.

La pistola se sacudió en sus manos y un colorido colibrí salió despedido del cañón mientras una orquesta sinfónica tocaba a todo volumen en sus oídos. Vio como otro de su banda que estaba a su derecha apuntaba con una escopeta a cámara lenta y una nube de confeti multicolor llenaba el aire.

Vio a uno de ellos descargar seis mariposas irisadas de un revolver.

Una pistola disparando serpentinas.

Una trenza verde.

Una ametralladora vomitando pompas de jabón.

Todo se tornó confuso, había colores por doquier, la orquesta no paraba de tocar y Johnny se acurrucó tras el coche hundiendo la cabeza entre sus rodillas.

Lo siguiente que recordaba era a un policía levantándole y zarandeándole mientras decía algo que no podía entender. Johnny imaginó que acabaría en un reformatorio, aunque a lo mejor le podrían enviar a la cárcel, le habían pillado en el lugar del tiroteo con una pistola en las manos. No tenía ni idea, a lo mejor le encerraban para siempre en una torre custodiada por un gigante. Tardó un poco en darse cuenta de que este último pensamiento había cruzado su imaginación de verdad, y le había parecido aterradoramente posible.

La prensa se hizo eco ampliamente de la noticia, no tanto por los quince muertos y seis heridos del tiroteo, últimamente cosas así eran bastante comunes, si no por el niño de no mas de cinco años que la policía había encontrado acurrucado en medio de aquella masacre, aferrado a una muñeca de trapo con trenzas de colores.

En cuanto a aquella duende de coloridas trenzas, se quedaría una temporada con ese niño, en estos oscuros tiempos la verdadera inocencia era uno de los más raros tesoros.